miércoles, 9 de mayo de 2012

7º capítulo

-Sí, Matt, tú, Chaz y yo.
-¿Quién es Chaz? -inquirí, medio confundida.
-Su hermano.
De pronto recordé la conversación que ella había tenido con Matt anoche y que había mencionado a un Chaz como su hermano.
-Oh-musité-. Me encantaría-sonreí, amable.
-¡Le diré a Matt para que organicemos todo!-me abrazó de nuevo, dando saltitos como una niña pequeña.
Así era Alexandra; dulce, tierna, cariñosa, frágil y entusiasta, era una niña pequeña encerrada en el cuerpo de una persona adulta de veintiún años.
-Oye-musité, cambiando repentinamente de tema-, quiero ir al tan famoso puente de los suspiros, quizá pueda tomar algunas fotografías.
-Il ponte dei suspiri. ¿Y para qué quieres ir allí? No es la gran cosa-dijo-. Más bien deberías ir a la plaza de San Marcos, muchos toman sus fotografías allí.
-Lo sé, pero no quiero algo común. Ya me conoces-me encogí de hombros.
-Bueno, también podrías ir al Palazzo Ducale, le podrías hacer bonitas fotos.
-¿Al qué? ¿Alexandra, te molestaría hablarme en español?
Ella rió.
-Al Palacio del Duque.
-Gracias. ¿Me llevarás al Puente de los suspiros?
Puso los ojos en blanco ante mi insistencia.
-Está bien. Te llevaré mañana.
-Gracias, Lexi. Eres la mejor-y fui yo quien empezó el abrazo ahora.
Seguimos caminando por las calles de Venecia, mirando casi todas las tiendas de ropa que allí había. Comimos en un pequeño restaurante y luego llegamos cansadísimas al departamento.
Eran las siete de la tarde con treinta minutos cuando llamaron a la puerta.
-¡Es Matt!-anunció jovialmente Alexandra y se levantó como rayo dando grandes zancadas hacía la puerta.
Dirigí mi vista hasta allá, desviándola del televisor, anhelante de ver el rostro perfecto.
-¡Amor!-Alexandra se lanzó a sus brazos en cuanto la figura de su novio fue palpable, y él la recibió cálidamente.
La fierecilla se removió incómoda.
-Ven, pasa.
Desvié mi mirada de nuevo al televisor queriendo aparentar que no la había despegado de allí.
-_______, hola-mi nombre en su voz era tan melodioso y diferente al resto de voces que habían puesto en su sonido mi nombre; lo hacía parecer bello, único.
Me giré para mirarle.
-Hola, Matt-le sonreí.
-¿Cómo va tu primer día en Venecia?-preguntó.
-Cansado-reí al recordar que había usado el mismo adjetivo cuando él me había preguntado acerca del vuelo.
Creo que él también se acordó, porque rió de la misma manera que yo.
-Ojala los demás no sean siempre así-comentó y sonrió, luego miró a Alexandra para entablar conversación con ella.
Entonces yo me giré de nuevo, pero a decir verdad, estaba más pendiente de su conversación que del programa italiano que estaban pasando en la televisión.
-¿Estás nerviosa, cielo?-le preguntó Matt a Alexandra.
-¿Sobre qué?-inquirió ella, confundida.
-Sobre tu entrevista de trabajo, mañana.
-¿Mañana es siete?-la voz de Alexandra sonó alarmada- ¡Dios, lo olvidé!
Entonces me giré de nuevo para mirar.
-¿Tienes una entrevista de trabajo?-pregunté, realmente emocionada.
-Sí y… ¡oh!-se quedó en silencio durante unos segundos- ¡Lo siento! ¡Lo siento, lo siento, lo siento!-se acercó a mí- Es que no recordaba lo de la entrevista, perdóname.
Tardé un segundo en comprender por qué me pedía disculpas.
-Oh, cariño, no. No te preocupes, nena-le sonreí-. Iremos otro día a visitar el puente.
-¿No estás enojada?
-¿Yo? Para nada, al contrario. ¿De qué es el trabajo que solicitas?
-Enfermería en el hospital de la Isla de Torcello. ¡Tengo una idea!-dijo de pronto, como si la primer parte no importara demasiado, se giró a mirar a su novio- Amor, ¿podrías tú llevar a _______ a Il ponte dei suspiri?
Los ojos se me abrieron de par en par ante la sorpresa y luego miré el rostro de Matt, tan bello como el de un ángel. Él también me miraba con sus ojos color miel.




martes, 8 de mayo de 2012

6º capítulo

El sueño abrumador me despertó, una pesadilla que me perló la mayor parte de la cara de un sudor frío y que me obligó a abrir los ojos casi tan precipitadamente como me levanté. El horrible accidente que mis padres habían tenido, se había proyectado esa noche en mis sueños. Miré el reloj, aún con los nervios de punta. Eran las siete con cuarenta y dos minutos de la mañana. Suspiré y me levanté de la cama, había dormido con la misma ropa con la que había llegado, así que me di una rápida ducha y luego me cambié.
Salí a la cocina, Alexandra aún no se despertaba, así que me dio tiempo de prepararle el desayuno. Cociné un par de huevos fritos y unas salchichas con un pedazo de tocino, es decir un típico desayuno americano, luego preparé un zumo de naranja. Alexandra vive en Venecia pero sigue siendo americana.
-¡Mmm! ¿Qué es eso que huele tan delicioso?-salió de su habitación directa hacia la cocina y luego me sonrió.
-Quise prepararte el desayuno-le puse el plato en la encimera.
-Aaww-exclamó-. Es maravilloso tenerte aquí.
Ambas reímos y luego nos pusimos a ingerir todo lo que había salido del sartén.
-¿Qué planes tienes para hoy?-me preguntó.
-Creí que tú ibas a hacer mi agenda de este día-dije, confundida.
La grande sonrisa de la que ella era dueña se expandió por su rostro.
-Sólo quise asegurarme de que no la hayas olvidado-rió de nuevo-. Te llevaré por las mejores tiendas de ropa que jamás hayas visto-la emoción saltó a sus ojos.
-Genial-musité.
Ropa. No era una adicta de la moda o algo por el estilo, por lo tanto nunca me emocionaba tanto ir de tienda en tienda hasta encontrar el atuendo perfecto; pero a Alexandra siempre le había gustado y tenía un excelente gusto en ropa. Cada vez que íbamos a alguna tienda, era ella la que terminaba con más de cinco bolsas en la mano.
Hacía frío, un gélido aire vagabundeaba por la atmósfera de Venecia mientras que mi mejor amiga y yo caminábamos por sus calles.
-¿Cómo pasó lo de Dennis? Eso jamás lo supe-me dijo y le miré extrañada-. Quiero decir, que nunca supe cómo lo olvidaste.
-Oh, bueno, simplemente decidí superarlo y ya-me encogí de hombros y me quedé mirando a través de una vitrina un precioso jersey beige.
El reflejo de Alexandra se dibujó a mi lado en el cristal y una repentina curiosidad vino a mí como una ola del mar.
-Dime, Lexi, ¿cómo conociste a Matt?-musité sin mirar el rostro de ella y fingiendo que observaba detenidamente el bonito jersey de la tienda, nerviosa.
Algo definitivamente raro.
-En un café, un día lluvioso-suspiró como si de pronto volviera a ver el recuerdo nítido en su mente y se perdiera en él, entonces la miré-. Se acercó y hablamos un poco, ¡él es tan gracioso!-suspiró- Me contó que era de Arizona, que allí había nacido y que había venido a Venecia por lo mismo que yo: olvidar amores del pasado, sin embargo hasta la fecha no me ha dicho qué fue lo que le pasó…-se perdió pero luego volvió a retomar el curso animoso- Luego de reírnos un rato, me pidió mi número de teléfono y en la noche del mismo día me llamó-sonrió-. Sólo quería desearme buenas noches-suspiró, teatralmente.
-Suena… como a un cuento-sonreí.
-Me siento como en uno-sonrió también- ¡Dios! ¡Estoy tan feliz!-me abrazó, completamente llena de emoción; cosa que siempre hacía cuando estaba así.
-¿Cuántos años tiene?-pregunté, retirándome de su abrazo.
-Veintitrés.
-No hay mucha diferencia, tú tienes veintiuno-dije, aliviada.
-¿Sabes qué nos dicen?-inquirió, animada.
-¿Qué?
-Que somos la pareja perfecta. Que los dos estamos hechos a la medida. Que nacimos para estar juntos-suspiró.
Estaba feliz, pero algo dentro, muy dentro de mí, se removía incómodo y desesperado. Como una pequeña fierecilla enjaulada en lo más oscuro de una habitación, muy lejos de la salida; pero sin embargo, deseosa de salir.
-Me alegro mucho por ti.
-¡Ya sé! Podríamos salir todos alguna vez, así te presento-comentó.
-¿Todos?-pregunté confundida.




5º capítulo

-Vamos, ______, sé que conociste a alguien, tus ojos me lo dicen-insistió, con la sonrisa aún más amplia y los ojos chispeantes de curiosidad.
-Pues, amm… sí y no-farfullé.
-¿Sí y no? ¿Cómo es eso?
-Bueno, conocí a alguien que a decir verdad, me deslumbró; pero…
-¿Pero qué?
-Pero, no puedo decir que sea ese “alguien especial”-hice las comillas con mis dedos.
-¿Por qué no?
-No creo en el amor a primera vista, lo sabes-sacudí la mano, como restándole importancia al asunto.
-Sí; ¿pero sabes? Con Matt fue amor a primera vista-sonrió, como si de pronto se hubiera perdido en el recuerdo-. ¿Tú dónde conociste al chico?-preguntó de repente.
-Emm… en…-vacilé, mientras buscaba algún lugar ideal-en el avión.
-¿Se sentó junto a ti?-la curiosidad de Alexandra parecía nunca terminar.
-Mmm…-recordé entonces cuando Matt se sentó a mi lado en el pasillo, reí-algo así.
-¿Quieres contarme?
-No, en realidad, no tiene demasiada importancia, Alexandra. Era sólo un chico atractivo, cuántos más no hay aquí.
Y era cierto, porque para empezar, Matt sólo era una cara bonita entre muchos otros rostros en toda Venecia y además, no podía inventarme una historia acerca de otro chico sólo por no tener el valor de decirle a Alexandra que su novio me parecía lo más atractivo desde que había llegado a Venecia.
Pero eso en mí no era normal.
-Estoy realmente cansada, Lexi. Dime ¿dónde está mi cama?
-Habitación-corrigió ella y luego sonrió-. Justo allí-señaló hacía la derecha, apuntando una puerta de madera, blanca.
-Gracias. Mañana será un día fenomenal, mañana que no esté tan cansada.
-Que duermas bien, ______. ¡Wow! No puedo creer que estés aquí-lo último pareció que se lo dijo a ella misma-. ¡Te quiero!
-Y yo a ti. Buenas noches.
Arrastré las maletas hasta el pequeño cuarto que sería mi habitación y luego entré en el. Era de tamaño medio, ni tan grande ni tan pequeño. Ideal para mí. La cama estaba al otro extremo de la puerta, contra esquina; cerca de la ventana, y había un pequeño escritorio a lado derecho y un armario enfrente de la cama y del escritorio pequeño. Saqué de la maleta más pequeña el estuche donde traía mi cámara, y tomé una foto de la habitación. Lanzé luego las maletas en alguna parte de la habitación y puse con cuidado la cámara en su estuche y lo coloqué sobre el escritorio, estaba demasiado cansada como para ponerme a acomodar la ropa justo ahora.
Me acosté sobre la cama y coloqué las manos bajo la cabeza, entonces me puse a pensar en todo lo ocurrido durante el día, y el rostro que había traído a mi memoria, era tan bello como el de un ángel, pero, un rostro que no me pertenecía. Pero, ¿por qué había pensado en él? En la idea de que Alexandra y Matt no se conocían lo suficiente como para decirse ‘Te amo’; me reí por lo bajo al descubrir que lo que yo tenía ahora era envidia, desde Dennis sólo idiotas habían figurado en la lista de mi corazón, y ahora Alexandra había encontrado a alguien que no lo parecía, y yo le tenía envidia. Volví a reír. Qué patético. Pero lo cierto era que detrás de aquella risa burlona había una palpable preocupación, el corazón de Alexandra no podía volver a romperse por segunda vez en una forma tan desastrosa como la primera. Allí figuraba mi miedo.
O eso creía yo.




4º capítulo

Intenté tragarla y luego tosí cuando lo logré, medio asfixiada aún. Alexandra apareció de pronto a mi lado, mientras la puerta de la entrada estaba ya cerrada.
-_______, ¿estás bien?-me preguntó, pero la tos seca que salía de mi garganta me impedía hablar-. Te daré un poco de agua, espera-corrió hacía la llave y tomó un vaso, llenándolo rápidamente con el líquido que salía del grifo.
Se acercó a mí y me extendió el vaso, yo tomé del agua, esperando que aquel ardor en la garganta desapareciera y la tos se fuera también.
-¿Mejor?-inquirió.
-Sí-dejé el vaso sobre la encimera de la cocina-, gracias.
-Eso te pasa por atragantarte de comida, boba-bromeó.
Reí ante el apodo que desde hace años llevábamos diciéndonos.
-Bueno, eso me pasa porque me hiciste venir desde el otro continente sin comer-refuté, riendo.
Alexandra se sentó a mi lado y me arrebató la galleta para terminarla de comer ella.
-¡Oye!
-Hay pizza en el refrigerador, creo que eso podría llenarte más que una galleta-dijo.
-Tengo más sueño que hambre, así que mejor mañana me llevas a desayunar-sonreí-Oye, Alexandra…-vacilé y me dediqué a juguetear con los dedos de mi mano-Matt es… ¿tu novio?
-Y lo que más amo-afirmó.
-¿Y por qué no me lo había contado, señorita?-me hice la indignada.
-Porque… llevo un mes saliendo con él.
-¿Un mes? ¡Nuestra última llamada fue ayer!-le recalqué.
Ella se encogió de hombros en su lugar.
-Bueno, bueno, quería darte la sorpresa.
-Pues, lo lograste. Pensé que después de lo de Ryan y tú ya no…-me quedé a la mitad de la frase, pero ella me entendió.
-Sí, yo también lo pensé. Si no, no hubiera huido del país como cobardemente lo hice-sonrió-. Pero conocí a Matt y… lo amo.
-¿De verdad? Hace un mes que salen, qué tanto lo puedes conocer-musité.
-Lo suficiente. ______-me miró seria-, pensé que estarías contenta por mí.
-¡Lo estoy!-y lo estaba de verdad, pero algo se removía dentro de mí, algo que me hacía estar confundida. Ese tipo de confusión cuando no te explicas, el por qué las cosas avanzan tan rápido y cambian de un día para otro-. Estoy feliz de que hayas seguido adelante con tu vida, me pones el ejemplo-admití.
-¿Qué quieres decir con que te pongo el ejemplo? ¿Sigues enamorada de Dennis?-saltó hacía atrás mirándome con los ojos como platos.
-¡Para nada! Eso ya pasó, a lo que me refiero es que, no te quedas estancada en un pasado; como yo con el accidente de mis padres.
-Oh, ______, eso fue hace ya tres años, ahora eres una fotógrafa profesional de veintidós y tienes mucho que sacar de esa vida que llevas-me pasó el brazo por los hombros-. Pero ahora no hablemos de temas tristes, mejor dime, ¿has conocido a alguien especial?
Sonreí ante su curiosidad y su enorme sonrisa indagante. Pero a la mente se me vino el nombre Matt Lawrence, como una oleada del viento, rápida y fugaz.
-Qué cosa más extraña…
-¿Qué? ¿A quién conociste?-me di cuenta entonces de que lo había pronunciado en voz alta, o suficientemente fuerte como para que Alexandra me oyera.
-¿Eh? Ah…-tartamudeé.




3º capítulo

-¡¡______!!-gritó efusiva esa voz femenina que tanto había extrañado.
Corrió hacia mí y se agachó para abrazarme. Apretó los brazos alrededor de mi cuerpo y yo le respondí, había sido tanto el tiempo que había estado separada de mi mejor amiga y aquellas conversaciones telefónicas no llenaban totalmente el vacío.
-¡Pero cómo has cambiado!
-¿Cuál cambio? Si sigo igual desde la última vez que nos vimos-dije y me separé.
-Por favor, tu cabello es diferente-observó.
-¿La maraña de pelos que tengo en la cabeza? ¿Qué de diferente tiene? Sigue igual de despeinada que hace años-bromeé-. Pero tú tampoco has cambiado mucho.
Efectivamente, Alexandra no había cambiado en lo absoluto, excepto por unos cuántos centímetros más agregados a su cabello castaño y lacio. El flequillo caía en su frente hasta llegar a sus ojos, y el demás cabello alcanzaba una medida sólo un poco por debajo de sus frágiles hombros que un suéter verde cubría.
-Ejem…-el joven que estaba a nuestro lado, Matt, se aclaró la garganta haciéndose notar.
Ambas lo miramos.
-Ay, lo siento-dijo Alexandra dándole un rápido abrazo con uno de sus brazos-. Es que estoy emocionada-dijo y la flamante sonrisa en su rostro se expandió aun más cuando me miró-. ¡Hay tantas cosas que quiero contarte!-me avisó.
-¡Yo también!-musité emocionada.
-Supongo que ya se conocieron-volvió su atención a Matt
-Sí-dijimos los dos al unísono y luego reímos de nuestra sincronización.
-¡Ah! ¡Esto será genial!-exclamó Alexandra.
Se levantó del piso junto con Matt, mientras yo me quedé allí sentada.
-¿Pero qué haces allí? Levántate, ¿por qué no entraste?
Él me extendió la mano para ayudarme a levantarme. El deseo de tocar su excitante piel de nuevo me invadió al ver la palma de su mano extendida hacía mí. La tomé y me ayudó a separarme del suelo.
-Gracias-murmuré.
El sólo me sonrió, separando los dos engranajes que se habían unido de nuevo.
-Lo cierto, Alexandra, es que me dejaste la llave equivocada-me quejé, intentando mirar a mi amiga y no a la perfección que tenía a mi lado.
-¿La llave equivocada?-se sorprendió.
-Sí-le dí la llave que guardaba en el bolsillo de mi chaqueta.
-Oh, perdón-me sonrió-sí, me confundí-buscó entre su bolsa y encontró un juego con tres llaves-. Estas eran-se quedó en silencio un momento-. Eso me recuerda que le debo de dar las gracias a la señora
Giovanetti, por hacerme el favor de entregarte la llave.
-¿La vieja gruñona del 308?-pregunté, apuntando con mi dedo pulgar hacía dicha habitación.
-Oye, no es tan gruñona; es linda cuando quiere-se encogió de hombros.
-Y digamos que casi nunca quiere, ¿verdad?-hice un ademán de susto. La vieja no se había comportado del todo amable conmigo-. ¿No pudiste haberme dejado la llave correcta con alguna otra persona menos… amargada?
Matt rió.
-Exageras…-Alexandra meneó la cabeza y rió-. Me imagino que estás cansada así que agradéceme que ya tenga lista tu habitación-me regaló una sonrisa de autosuficiencia mostrándome todos esos dientes blancos de tamaño mediano.
-Te agradecería más si abrieras esa puerta ya-bromeé.
Alexandra rió e introdujo la llave a la cerradura haciendo que la puerta se abriera por fin. Me tragué una exclamación de victoria.
-Pasa y acomódate, en unos minutos estoy contigo-anunció y me indicó que me introdujera al departamento.
Intenté levantar del suelo mi par de maletas, pero Matt se me adelantó.
-Permíteme-las tomó, una con cada mano y fue detrás de mí, acomodándolas en la entrada de la sala de estar.
-Gracias-musité y le regalé una sonrisa tímida.
Él me la devolvió y aquel afecto me produjo una oleada de inspiración; como la que necesita un poeta para su poesía, o un escritor para una nueva historia.
Salió por la puerta y fue con Alexandra de nuevo, no pude evitar mirarle mientras caminaba hacia la salida.
El estómago me rugió y me di cuenta de que aun traía la galleta mordisqueada en la mano. Me senté en una de las sillas cerca de la cocina. Mordí el pequeño pedazo que me quedaba y mastiqué perezosamente.
-Vine a buscarte para entregarte el CD que le prestaste a mi hermano-dijo Matt con su voz de terciopelo en la puerta del apartamento.
-Matt, amor. No tenías porqué preocuparte, le dije a Chaz que me lo devolviera cuando quisiera-contestó Alexandra
Me atragante con la galleta. ¿Amor? ¿Cómo que amor? Oí perfectamente el chasquido de los labios de Alexandra contra alguna parte de la cara de Matt mientras yo intentaba tragar el pedazo de oblea que se me había atragantado en la garganta, sintiendo cómo me raspaba.




2º capítulo

-¡Oh! Perdóname, qué descortés. Me llamo Matt Lawrence -me extendió la mano para saludar.
Miré su palma esperando que yo la tomase y así lo hice.
-Bueno, Matt. Sabes mi nombre-uní mi mano a la suya y estas se fusionaron como dos engranajes hechos a la medida.
El calor corporal de su mano y la varonil suavidad de su piel hicieron que el rumor corriera travieso de nuevo por mis mejillas.
-Muy bonito, por cierto-sonrió haciendo referencia al nombre. El rojo se intensificó más-¿Qué tal el viaje?-preguntó.
-Cansado -suspiré-, así que si no te molesta, me sentaré a esperar a Alexandra-dije y dejé resbalar mi cuerpo por la pared azul pálido hasta llegar al gris piso alfombrado. Vaya que era un lugar triste para vivir.
-¿Te molesta que la espere contigo?-musitó.
-Por supuesto que no-traté de sonar casual.
Me sonrió y se sentó a mi lado recargando su espalda en aquella pared y cruzando sus piernas en el suelo. Los vaqueros que traía se le ajustaron más. Desvié mi mirada ignorando el puño de pensamientos poco coherentes que mi mente había producido.
Sentí hambre y busqué en mi bolso alguna comida chatarra que no me haya terminado en el vuelo. Afortunadamente encontré un pequeño paquete de galletas de chocolate con un par.
-¿Quieres?-le ofrecí.
-No, gracias. Provecho-me sonrió. Me miraba como si fuese algo… poco común, pero divertido.
-Tengo hambre-me encogí de hombros, un tanto cohibida.
-Adelante-me animó a morder la galleta.
Me comí una de forma rápida y me sacudí las migas que habían caído de ella. Noté que Matt me miraba.
-¿Extrañas California?-me preguntó.
-Un poco-admití-. Pero siempre es bueno un cambio-dije mientras comenzaba a morder la otra galleta-. Espera, ¿cómo sabes que vengo de California?-exigí saber. Este chico si que conocía mucho de mí cuando para mí era un desconocido total. Sin embargo no me asustó en lo absoluto.
-Alexandra me lo dijo, me habló tanto de ti-respondió.
-Oh-reí-, espero que hayan sido cosas buenas.
-No te preocupes-sonrió-. Eres su mejor amiga, ¿qué cosas malas podría decir de ti?
-No sé, quizá que… me gusta desayunar en pijama-me encogí de hombros-, o que me encantan las galletas de chocolate con mantequilla de cacahuete.
-Desayunar en pijama es cómodo-admitió-. Y cada quien tiene sus gustos raros, a mi me encantan el chocolate con menta.
-Eso no es tan raro.
Ambos reímos entre tanto que yo aplacaba mi hambre mordiendo de nuevo la galleta; el sonido de nuestras risas ya no tuvo cabida al ser apagado por el grito de júbilo de una voz familiar.





lunes, 7 de mayo de 2012

1º capítulo

A pesar de todo tipo de intento, la llave no entraba en la cerradura, haciéndome formular en la mente una buena lista de maldiciones. Resoplé frustrada y le metí un buen puntapié a la puerta provocando solamente que los dedos debajo de mis zapatillas Converse negras me dolieran. Empezaba a extrañar California.
-No creo que se abra así-musitó divertida una voz tan suave como el terciopelo, detrás de mí.
Me giré avergonzada y me encaré con la perfección en persona. Noté cómo la boca se me abrió lentamente y cómo los ojos me destellaron de encanto.
Un joven delgado pero fornido revestido de una piel suave y blanca y de cabello castaño, corto pero un poco alborotado se situaba detrás de mí y de mi desordenado par de maletas azules que había dejado tiradas en el piso junto a mis pies.
-Emm… ah…-genial, no pude articular nada inteligible o que tuviese significado alguno.
-Déjame adivinar, eres _____ ¿cierto?-me sonrió mostrándome la perfecta hilera de dientes blancos, deslumbrándome.
Vaya, una perfecta sonrisa era enmarcada por unos labios aparentemente suaves y rosados; aquello era lo más bello que había visto en lo que había llegado a Venecia.
-¿La amiga de Alexandra?-preguntó, ahora dudoso.
¡Maldición! ¿Era necesario pegarme una bofetada para reaccionar? Sí, quizá sí; pero sólo me limité a asentir ligeramente con la cabeza.
-Sí, sí-me aclaré disimuladamente la garganta-A las dos preguntas, sí.
Me sonrió con más ganas, como si me conociera de hace años y me desarmó por completo. Algo nuevo para mí.
-¿La puerta no abre?-quiso saber.
-¿Ah? No, no…-bajé la cabeza para ocultar el traicionero rubor de mis mejillas-La llave no entra-expliqué.
-¿No entra? Hum… ¿Me permites?-estiró la mano con la palma extendida hacía arriba. ¿Qué me creía? ¿Una tonta?
Me atreví a levantar la vista para mirarle, era dueño de unos bellos ojos donde parecía que el mismísimo Picasso había creado una obra de arte en diferentes tonos de caramelo. Le di la llave confiando completamente en aquel hermoso extraño.
Se acercó a la puerta de aquel departamento e intentó sólo una vez meter la llave a la cerradura, cosa que no funcionó.
-Hum…-la miró-Creo que te dieron la llave equivocada.
-¿Tú crees?-dije, sarcástica.
El rió y el soplo de su risa me acarició el rostro. Me obligué a aterrizar de nuevo en la Tierra puesto que había volado más allá de la última nube del cielo. Qué emociones tan extrañas estaba experimentando.
-¿Eres… vecino?-pregunté esperanzada, anhelando realmente que dijera que sí, que era dueño de alguno de los otros departamentos que había en ese edificio.
-No.
-¿Entonces… cómo sabes mi nombre y que soy amiga de la chica que vive aquí?-hice una pausa frunciendo el ceño-Alexandra Baecke vive aquí, ¿cierto?-pregunté, recelosa.
El rió aun más, cómo si mi ingenuidad resultara graciosa. Bueno, quizá para el sí.
-Si, Alexandra vive aquí-señaló el departamento marcado con el 312 en el que antes había intentado meter la llave-. Es raro que no se encuentre-dijo sorprendido-. Y bueno, ella me habló de ti, me dijo que esta noche llegarías y estaba muy emocionada con la noticia-me sonrió.
-¿Y tú eres…?-entrecerré los ojos.



Prólogo.

Falso y pérfido eran sinónimos de mi nombre.
De todos los papeles que pude protagonizar, era dueña del único que todo el mundo en mi situación, rechazaría. Lo peor era que esta no era una obra de teatro, cuyo objetivo es sólo representar, actuar y fingir; lo curioso es que esto es la vida real, y aquello de actuar y fingir tenía que hacerlo de la mejor manera posible y existente.
Él, algo muy parecido al príncipe azul de los cuentos de hadas que mi madre me contaba cuando era una niña.
Ella, la mejor amiga con la que deseaba toparme desde los seis años, única e incondicional. 

Decían que ella era la chica perfecta para él.
Yo, situada justo en el medio; enamorada del novio de mi mejor amiga.




Nueva novela.

Bueno, durante estas semanas he estado pensando la idea de poner una novela en mi blog; pero desgraciadamente no es mía sino una novela que leí en el facebook, que cada vez que leía un capitulo me emocionaba, así que no hace falta deducir que es preciosa, por lo que decidí publicarla en mi blog.

El título de esta novela es: Manual de lo Prohibido.


Espero que os guste, y me sigáis.