sábado, 12 de enero de 2013

32º capítulo


Algo me estrujó el estómago cuando dijo su nombre.
-Bueno, ¿y qué quieres que haga? Chaz se ha vuelto un amigo excelente y Chris es una persona grandiosa. A Ferni la conozco por que trabaja en el laboratorio de fotografía y es una chica sensacional. Así estoy bien, no ocupo tener tantas personas en una vida que pronto dejaré. No voy a quedarme a vivir en Venecia por siempre-dije.
-Ya lo sé, _______. Lo que trato de decir es que disfruta el tiempo que estés aquí.
-Eso lo hago, créeme.
-Pero…
-¡Tu pizza está lista!-canté al oír el pitido del horno-. Me voy a dormir, te quiero, buenas noches-le lancé un beso y me fui a paso apresurado a mi habitación.
Me sentía culpable, porque la verdad era que no me entusiasmaba tanto la idea de pasar el día con Alexandra, al menos no si lo veía de la perspectiva de que no vería a Matt, o mejor dicho, de que no estaría yo sola con él. Me revolqué entre las sábanas de mi cama hasta que la apenas cálida luz del sol me llegó a los ojos.
-Bestia-los golpes en la puerta no fueron tan intensos, pero sí molestos.
-Ya estoy despierta-farfullé.
Salí de mi habitación y miré a Alexandra sonreírme. Me sentí mal de nuevo.
-¿Cuáles son los planes de hoy?-pregunté, totalmente desganada.
-Conseguir un vestido elegante-me dijo.
-¿Elegante? ¿Qué celebramos?-inquirí, confundida.
-El próximo domingo es el cumpleaños del señor Vittore y, ya sabes cómo son todas esas personas-puso los ojos en blanco-. Gastan hasta el último centavo para darle lujo al ambiente.
-¿El señor Vittore?-traté de pronunciar el apellido con el acento que Alexandra había utilizado.
-Sí, el dueño del Hospital, Roberto Vittore-explicó.
-Oh… ¿y…?
-Estamos invitados-sonrió ampliamente.
-¿Invitados?-quería saber a quiénes se refería.
-Sí, tú, yo y Matt. Quien por cierto ya debería estar aquí-divagó, mirando el reloj de su muñeca.
-¿Matt? ¿Nos acompañará?-hice un mohín.
-Claro, ¿y luego quién nos dirá que nos vemos lindas con los vestidos?-bromeó.
-Pero Matt es… un chico. Sabes que no les gusta eso-intenté encontrar una excusa creíble para que Matt no fuera, yo no debía siquiera estar cerca de él.
-Pero es mi Matt-dijo y me dolió-, él está dispuesto a acompañarnos.
Entonces el timbre sonó. El corazón me latió ansioso, presuroso y… angustiado.
Alexandra corrió animosa hasta la puerta, mientras que yo me quedé parada allí, con ganas de correr en dirección opuesta. Después de la pequeña discusión que tuvimos ayer no sabía qué sentir. Pero entonces Alexandra abrió la puerta y la luz apareció en mis ojos, allí estaba él, tan deslumbrante como siempre, usando una camisa en color azul a cuadros, desabotonada, y un jeans del mismo tono, ajustado a sus despampanantes piernas. Hizo que el mundo se me volteara en un segundo cuando me miró.
-¡Amor!-dijo Alexandra, sin duda feliz. Pero esta vez en darle un beso en los labios, se lo dio en la mejilla.
Agradecí aquello, aunque la fierecilla igual se sintió celosa.
-Hola-musitó Matt.
La saludé con la mano.
-Ve a cambiarte, ______-me instó Alexandra y sólo entonces caí en la cuenta de que estaba en pijama, de nuevo-. Nos espera un largo día.
Sonreí y sin decir nada me fui a mi habitación, haciendo un mohín mental por el adjetivo que Alexandra acababa de usar para calificar al día… largo.
Me puse un blusón negro combinándolo con un jeans en tono gris y até mi cabello en alto, luego salí al encuentro con ambos.
-¿Lista?-preguntó Alexandra.
Asentí. Era raro, como si me hubieran quitado la voz, pero lo cierto es que me sentía realmente incómoda al recordar la discusión de ayer. Y al parecer no era la única, Matt tampoco hablaba mucho.
Nos fuimos en su Hybrid negra, Alexandra en el asiento del copiloto, claro, y yo acurrucada atrás, mirando a través de la ventana polarizada. Recordé cuando íbamos solos los dos, yo en lugar de Alexandra, y deseé fervientemente que ahora, Alexandra se borrara de la escena y al instante me sentí mal, traicionera. Suspiré, empañando el cristal negro.
-______, ¿tienes alguna idea para el vestido?-me preguntó Lexi.
-¿Ah?-musité, encerrando mis pensamientos en algún cajón de mi mente.
-Sí, algún color que tengas ya en mente-me miró.
-Oh, bueno… no, en realidad-me encogí de hombros.
-¡Yo sí!-anunció- Creo que escogeré uno en tono tinto-me dijo, pero luego miró a Matt- ¿Te gustaría?-le preguntó.
-Te verías hermosa con ese color-respondió.
Algo me picó cerca del pecho, como si una aguja se me enterrara en el corazón: me giré de nuevo a mirar hacía la ventana, tratando de ignorar la situación.
Matt condujo hasta una calle que estaba repleta de tiendas de vestidos de gala, como si fuera alguna calle de Nueva York, así me pareció.
Al bajar, Alexandra me tomó de la mano y me hizo apresurar el paso, emocionada; mientras que Matt nos seguía detrás.
Entramos a una tienda que en sus vitrinas exhibía tres preciosos vestidos en maniquís blancos y sin cabeza. Al instante, la calefacción del lugar me abrigó el cuerpo, ya que afuera estaba frío.
-¡Mira esos vestidos, ______!-Alexandra señaló hacia su derecha, mostrándome tres vestidos en tono negro.
-¿Puedo ayudarle?-preguntó una señora amable, que tenía el cabello color caoba acomodado en un peinado de estética, con un acento italiano apenas reconocible.
-Sí, estamos buscando vestidos para una fiesta elegante-dijo Alexandra y luego le sonrió.
-¿De noche?
-Sí.
-Síganme-dijo ella y caminó más al fondo de la tienda.
Alexandra me hizo seña de que la siguiera y luego volvió a girarse para seguir a la señora. Apenas iba a dar el primer paso, su mano me ató del antebrazo, con fuerza pero sin causarme daño alguno, no hizo falta que me girara para comprobar que era Matt, conocía sus manos muy bien.


31º capítulo


Matt y Alexandra se separaron y sus bocas volvieron a ser dos. Algo dentro tironeó mi corazón.
-Perdón-dijo Chris, ya que yo me había quedado sin voz.
-Oh, no te preocupes, Christian-se levantó Alexandra del sofá y se acercó-. ¿Ya te vas?-preguntó, medio consternada.
-Sí-dijo él.
Me empujó discretamente por la cintura, mientras que yo me esforzaba por borrar mi rostro afligido. Medio reaccioné. Seguí a Chris hasta la puerta y él notó mi reacción.
-Nos vemos luego, chicos-dijo Chris y dijo adiós con la mano a Matt y a Alexandra. Entonces se acercó a mí y me plantó un beso tierno cerca, muy cerca de los labios, rozando sólo la orilla y antes de que se despegara demasiado de mi rostro me guiñó el ojo.
Me quedé parada allí, analizando lo que Christian acababa de hacer, o mejor dicho, por qué lo había hecho.
-Adiós-musité por fin y luego cerré la puerta tras ver la sonrisa de Chris.
Me giré y los ojos inquisidores de Alexandra me acusaron mientras que los de Matt me miraban como si estuviesen furiosos. Pero eso era imposible, ¿no? No puede enojarse tanto por una estúpida rosa. Porque… esa era la razón, ¿no?
Se limitó a intimidarme y cuando lo notó dejó de hacerlo y bajó la mirada.
-¿De qué tanto hablaron tú y Chris?-preguntó Alexandra, la curiosidad que siempre había existido en ella ahora me resultaba extrañamente fastidiosa.
-De nada importante, ya sabes-me encogí de hombros-, su tía, la cena-dije, divagando un poco- ¿Sabes? Voy a ver si tenemos correspondencia-inventé, para poder escapar un rato de aquel incómodo momento.
-Pero…
No dejé que Alexandra terminara e interrumpí el sonido de su aguda voz cuando la puerta me colocó del otro lado, suspiré y bajé con lentitud las escaleras, necesitaba un poco de aire fresco. Llegué hasta el último piso y revisé en el cajón marcado con el 312 para ver si teníamos correspondencia, no había nada más que unos cuantos folletos de publicidad sobre cuentas de banco, a lo poco que pude entender. Arrugué los papeles y los hice una bolita mal hecha, luego salí del edificio y me senté en las escaleras de la entrada en donde deposité las bolitas de papel a un lado, me llevé ambas manos a mis ante brazos, esta noche había decidido teñirse de un azul oscuro y gélido aire. Suspiré, haciendo que el vapor saliera de mi nariz y chocara con el frío.
La puerta se abrió a mis espaldas y antes de que pudiera articular algún pensamiento, su voz me distrajo.
-Necesitamos hablar-me dijo Matt haciéndome pegar un brinco, su tono era un poco áspero y cuando me giré a mirarlo, se esforzaba en ocultar un rostro medio colérico, pero la máscara no resistía muy bien.
De pronto me asusté. ¿Tan mal se había tomado que yo le haya dado la rosa a Alexandra? Le miré con ojos angustiados.
Se sentó a mi lado, allí en el frío cemento de las escaleras desgastadas de la entrada y el contacto con su piel me produjo un tierno calor cuando pegó su brazo y hombro al mío.
-¿Qué sucede?-pregunté.
-¿Qué fue eso?-me dijo, con el mismo tono de voz.
-¿Que fue qué?-esto parecía un juego de palabras.
-Eso, con Christian, ¿por qué te besó?
Me solté a reír de puro nerviosismo, yo pensando que él me daría una buena amonestación por lo de la rosa y, ¿me sale con eso?
-No me besó-dije.
-¿Entonces cómo le llamas al hecho de que él haya pegado sus labios a los tuyos?
-¿Qué?-reí aun más y al parecer a Matt no le hacía mucha gracia. -Chistian no me besó, no en los labios, al menos. Fue sólo un beso de amigos.
-Pues no parecían amigos-farfulló.
-Lawrence, pareces mi padre-dije, medio molesta por tener que darle explicaciones y la risa se volvió una línea tensa en mis labios.
Matt suspiró y decidió mejor cambiar de tema, aunque no de tono de voz.
-¿Por qué le diste la rosa a Alexandra?-preguntó.
-Porque ella es tu novia, Matt-dije, aunque me haya dolido rectificar aquello-. A ella es a quien debes de darle rosas, osos de peluche o lo que sea.
-Pero yo te la quise dar a ti-insistió.
-Y yo no iba a decirle a Alexandra eso, ¿o sí?-suspiré-. Matt, ¿por qué te molestas tanto con las cosas que hago? ¿Por qué te importa que le haya dado la rosa a Alexandra e inventado una excusa para salvarnos el pellejo? ¿Por qué te molesta si Christian me besa o me lleva un ramo de flores?
Se quedó en silencio un rato, mirando hacia delante con el ceño fruncido y sus labios formando una línea.
-No lo sé-musitó-. Tengo que irme-se levantó rápidamente y caminó hasta su Hybrid negra y subiendo a ella condujo hasta desaparecer calle abajo.
Me quedé sentada allí, sin saber bien qué había ocurrido hace unos minutos; era la clase de desconcierto que hace que te duela la cabeza y sentir cómo si tus pies volaran lejos del planeta Tierra. ¿Por qué Matt había actuado así? A no ser que… no, claro que no. Eso sería imposible.
Suspiré agobiada, si Matt había malinterpretado todo, seguro Alexandra también y ahora, aunque no tenía ganas de mantener una conversación para mentirle más a Alexandra y sonreírle condescendientemente, tenía que pararme enfrente de ella y darle el mismo sermón que le dí a Matt, el de “Christian y yo sólo somos amigos”.
Me levanté desganada y abrí la puerta del edificio, conduciendo mis pies escaleras arriba hasta llegar al tercer piso y al departamento 312. Suspiré de nuevo antes de entrar, rogándole a Dios tan sólo un poco de ayuda, Alexandra podía llegar a ser realmente persistente.
Abrí la puerta girando la dorada perilla y visualicé a Alexandra mirando TV desde la cocina; mientras intentaba recalentar en el horno un pedazo de pizza del día jueves. Cuando me vio entrar se giró hacia mí y me sonrió de gran manera haciéndome ver sus dientes medianos y blancos, tan fuertes como un roble.
Traté de sonreír.
-¿Por qué la gran sonrisa? ¿La pizza no se te quemó hoy?-bromeé.
-Aay-se quejó como niña pequeña-. Eso sólo fue una vez y hace ya varios años-dijo y rió, dejando escapar el sonido levemente gutural de su risa.
Me tuve que reír también, recordando aquella escena de la pizza quemada en casa de su abuela, cuando teníamos diecisiete años.
-Bueno, pero no es por eso porque sonrío-me dijo-. Tú tienes algo que contarme-levantó las cejas una y otra vez.
-¿Cómo qué?-me hice la que no sabía.
-No sé, tú dime, algo que tenga que ver con un chico de pelo rizado, llamado… ¿Christian?-tanteó.
Puse los ojos en blanco.
-Alexandra, ¿cuándo vas a entender que entre Chris y yo sólo hay una bonita amistad? Ya aclaramos el punto y ambos estamos bien siendo amigos.
-Pero yo vi…
-Un beso, ya sé-la interrumpí, de nuevo poniendo los ojos en blanco-. Lexi, pero ese no fue un beso en la boca, fue en la mejilla, cerca, pero fue de amigos, nada más-dije.
Se quedó en silencio como por tres segundos y luego exhaló.
-Eres aburrida-dijo y se giró para ver su pedazo de pizza girar en el plato de vidrio, dentro del horno.
-El hecho de que no me guste Chris no quiere decir que sea aburrida-me defendí.
-No, pero desde que llegaste a Venecia, no has salido con ningún chico-me dijo-. A menos que…-se giró de nuevo y me miró, la sonrisa volvió a expandirse por su rostro- ¿Te gusta Chaz?-preguntó.
-¿Qué?
-Pues, no sales con más chicos, vas de aquí para allá pero no sin las mismas personas: Christian, Chaz, tu amiga la de los Agnelli e incluso Matt.
Algo me estrujó el estómago cuando dijo su nombre.



30º capítulo


Cuando abrí, un ramo de rosas rojas le tapaba la cara a alguien y sólo divisé las viriles manos que lo sostenían. Todos nos quedamos observando, confundidos y curiosos, hasta que el ramo de rosas bajó y pude ver el bello rostro juvenil de Chris, sonriéndome.
-Hola-me dijo.
-Hola-musité, aun confundida.
-¿Puedo pasar?-preguntó.
-Adelante-animó Alexandra, esperando ver la escena que ya imaginaba.
Recordé las palabras de Chaz de esta mañana, y me esforcé de verás por no sacarle provecho al asunto. Al menos no a propósito.
Chris condujo sus pies hasta quedar atrás de mí, y luego yo cerré la puerta, temiendo por lo que pudiera pasar a continuación.
-Ten. Es para ti-me dijo cuando le miré y me extendió el ramo.
No quería, pero no pude evitarlo y miré por la colilla del ojo a Matt, quien tenía un ceño ligeramente fruncido. Luego a Alexandra, quien con ojos como platos contemplaba la escena, ajena a la expresión de su novio y completamente emocionada; como de esas niñas que ven un espectáculo de navidad en primera fila y apenas pueden esperar para saludar al sujeto gordo vestido de Santa Claus.
-Gracias, Chris-tartamudeé, tomando el ramo.
-Te dije que lo haría y bueno, yo siempre cumplo-musitó.
Antes de que pudiera yo decirle algo, Alexandra habló, pero para Matt.
-Oh, amor, eso me hizo recordar-dijo-. Gracias por la rosa-besó su mejilla.
Matt, desconcertado, frunció el ceño.
-¿Cuál rosa?-preguntó.
Oh, oh. Pensé.
El corazón se me aceleró en un intento de explotar de nerviosismo y las manos desprendieron un poco de sudor frío.
-¡Eh, Matt!-dije, adelantándome a la situación-. La rosa que le dejaste a Alexandra ayer, como disculpa porque no pudiste venir, ¿recuerdas?-rogaba por que Matt me siguiera la corriente y también porque no se molestara conmigo.
Miré de reojo a Chris, quien sabiamente guardaba silencio y su rostro me decía que trataba de comprender lo que estaba sucediendo.
Los ojos de Matt me miraron, extraños. Fue una mirada que no supe describir, sus ojos algo me dijeron pero yo no entendí, estaba demasiado nerviosa como para ponerme a descifrar el mensaje que me gritaban. Luego de un silencio, Matt retiró su mirada de mí y le sonrió a Alexandra.
-Sí, ya recuerdo-musitó-. De nada-dijo.
Suspiré de alivio.
Después de eso, Alexandra volvió al ataque.
-Y Chris, ¿a que se debe tan gran detalle con ______?-preguntó Lexi, preparada quizá para la pelea.
-Emm…-tartamudeó.
-Porque somos excelentes amigos, ¿verdad, Chris?-interrumpí.
-Claro-dijo el interpelado.
-Chicos, les daremos privacidad. Chris y yo iremos a mi habitación-tomé la mano de Christian mientras que con la otra aun sostenía el ramo-. Vamos, Chris-lo llevé hasta mi cuarto, mientras que éste trataba de comprender mucho más todo lo que había ocurrido antes.
La mirada inquisidora de Alexandra estaba a mis espaldas y la de Matt, desconcertado, también nos seguía, hasta que nos deshicimos de ambas al cerrar la puerta.
Cerré los ojos y suspiré.
-Dios…-murmuré, aliviada.
-¿Qué acaba de ocurrir allá afuera?-preguntó, Chris.
Le miré y suspiré de nuevo, era hora de contarle todo.
-Tenemos que hablar, Christian-dije y le hice seña de que se sentara sobre la cama entre tanto que yo me sentaba a su lado y ponía el ramo sobre la almohada.
-¿Qué pasa?-preguntó, inquieto.
-¿Recuerdas ayer cuando te dije que si alguna vez te había gustado alguien prohibido?-inquirí, en voz baja.
Él asintió.
-Bueno…-guardé silencio por un minuto, mientras que los ojos azul siena de Chris esperaban que siguiera hablando- creo que estoy enamorada de Matt-admití, casi con un hilo de voz.
-¡¿Qué tú qué?!-farfulló.
-¡Shhh!-exclamé, para que bajara su tono de voz-. Chaz me hizo darme cuenta de ello.
-Pero es el novio de Alexandra, y ella es tu mejor amiga-musitó, con un leve tono de desesperación.
-¿Y crees que no lo sé?-dije, triste- Pero uno no decide de quién enamorarse-cité, lo que hace unas horas había aprendido de Chaz.
-¿Y lo de la rosa? 
-Bueno, Alexandra llegó ayer y la vio tendida sobre la mesa de centro, me preguntó que si fuiste tú quien me la había dado y dije que no, ya sabes, no quería que empezara a especular más de lo que ya lo hace; entonces le dije que era Matt quien se la había dejado a ella, porque no podía decirle que su novio me la había dado a mí-expliqué.
-Eres una gran amiga, ______-me acarició el hombro.
-Claro que no, ¿qué clase de amiga se enamora del novio de su mejor amiga?-dije, en un chillido ahogado.
-Bueno, exceptuando eso. Entonces, ¿te molesta que yo…? Ya sabes.
-Chris, no quiero usarte para darle celos a Matt-bajé la cabeza.
-No siento que me uses. Aunque Matt sí se pone celoso, cosa que no debería.
-Eres un gran amigo para mí, Chris. Es así como yo te veo. Discúlpame.
-No tienes que pedir perdón por eso, _____-sonrió-. Eres muy linda, claro, pero también eres una amiga para mí.
-Gracias, Chris.
-¿Y ahora qué piensas hacer?-me preguntó.
-Trato de ignorar a Matt.
-¿Por eso no le abriste la puerta?-rió.
-¿Cómo sabes eso?
-Mi tía me dijo que lo vio sentado allá afuera, como si esperara.
Suspiré.
-No siempre podrás evitarlo, _____-me dijo.
-Ya lo sé.
-¿Sabes? A lo mejor no es enamoramiento, simplemente es… deslumbramiento muy profundo-trató de animarme.
-¿Qué diferencia hay?
-Que en uno estás enamorada, en el otro no-rió, pero su broma no provocó nada en mí e inmediatamente volvió a la seriedad-. Cuando me ocupes, sabes que voy a estar allí-me acarició la rodilla.
-Gracias, Chris. En serio, gracias.
Una vez aclaradas las cosas, Christian y yo pasamos el rato riéndonos, aunque mi risa no fuera con mucho sentido.
-Creo que ya es hora de irme. No quiero perderme la cena-dijo Chris, sobándose la panza.
-Está bien. Ojala podamos vernos mañana-sonreí.
-Claro.
Me paré para abrir la puerta de mi habitación y Chris me siguió. En cuanto la madera me dejó ver la escena exterior, deseé cerrarla de nuevo de un solo portazo. ¿Cuántas veces se necesitaba ver la escena amorosa entre Matt y Alexandra para que mi corazón se rompiera por completo? Me paré en seco y Chris detrás de mí. Matt y Alexandra se separaron y sus bocas volvieron a ser dos. Algo dentro tiró mi corazón.


29º capítulo


No quería que Chaz se fuera, porque sabía que luego tenía que enfrentarme yo sola a un montón de sentimientos que no deben de estar dentro del corazón que ahora latía dentro de mí cuando lo veía a él.
Me mordí las uñas con nerviosismo, ideando quién sabe cuántos planes para evitar a Matt, porque sí, eso es lo que haría, después de haberlo pensado y repensado, la decisión más sabia era evitarlo, así, a lo mejor, los absurdos sentimientos desaparecían. Miré el reloj con nerviosismo, como alguien que teme que el tiempo de un examen se acabe cuando no vas siquiera a la mitad. Faltaban doce minutos para las siete de la tarde.
Contárselo a Chaz y que este me hiciera ver las cosas con claridad, había servido sólo para atormentarme; porque ahora ese era exactamente mi problema, todo estaba ya claro y yo estaba enamorada de alguien de quien no debía. Tanto tiempo compartido había traído consecuencias fatales para mí.
¿Y si no le abro? Pensé. Cuando llegara podría ignorarle y no salir a abrirle, así, el se iría y yo no tendría que atormentar a mi corazón, haciéndolo latir para luego ordenarle que se callara. Corrí a mi habitación, dispuesta a embarcarme en mi mundo e ignorar los ruidos externos, y eso incluía el llamado a la puerta que en cualquier momento se oiría.

Conecté mi reproductor de música al par de bocinitas que papá me había regalado en el cumpleaños número diecisiete y dejé que la música sonara queda por toda la habitación. Mientras sonaba la primer canción de la lista, aquellos golpeteos en la puerta tan reconocibles ya, se escucharon, haciéndome latir el corazón con un palpitar que resultaba ridículo. Traté de ignorarlos y sobre todo, ignorar el pensamiento de saber quién era el que estaba detrás de la puerta. Pero los golpecitos se aferraron a seguir llamando y era como si su sonido me incitara a correr y ver el rostro que ahora se proyectaba en mis sueños. Arranqué de un jalón el reproductor y conecté los auriculares blancos para luego llevarme cada uno a los oídos, haciendo girar el círculo para que el volumen subiera y me atronara en los oídos indefensos. Me tumbé sobre la cama y cerré los ojos con fuerza, produciendo una que otra arruguita en el parpado. Enterré la cabeza en la almohada y luego canturrié algunas estrofas de All the small things de Blink 182, que sonaba con potencia en mis oídos, haciendo de mi voz sólo un farfullar ahogado que nada más yo entendía.

Así pasaron casi cuarenta y cinco minutos hasta que decidí que no quería quedarme sorda antes de los treinta y bajé el volumen hasta desvanecerlo completamente y luego apagarlo. Suspiré, ¿con qué cara vería ahora a Alexandra? ¿Podía acaso ser tan hipócrita como para mantenerle la misma sonrisa “sincera”? Ella no merecía que nadie le hiciera daño, nadie y mucho menos yo, ella ya había sufrido tanto y ahora, no podía permitirme hacerle daño. Contemplé el techo blanco por un rato, sintiéndome la persona más pérfida como amiga. Entonces oí cómo la puerta se abrió y luego la voz de Alexandra y la de Matt mezcladas. El corazón me latió por dos cosas, de nerviosismo y ansiedad.

-¡_____! ¿Estás?-preguntó Alexandra en un sonoro grito.
¿Y ahora qué se suponía que debía hacer? ¿Salir y portarme como si nada, siendo hipócrita hacía con Alexandra y ordenando callar a mi corazón cuando Matt se acercara ó quedarme encerrada en mi habitación y hasta quizá ocultarme en el armario para siempre?
-¡Allí estás!-dijo Alexandra, con alivio, abriendo la puerta de mi habitación y haciéndome sentir descubierta bajo la mirada de Matt que se mostraba en segundo plano.
Le sonreí, totalmente nerviosa y atontada debido a que no tuve la oportunidad de salir corriendo por la ventana, aunque hubiera sido mala idea por los tres pisos que había antes del suelo. No pude mirar a Matt, o mejor dicho mantener mi mirada en él, mientras él me veía; pero tampoco pude hacerlo con Alexandra, porque ella quizá podría ver en mis ojos alguna aflicción. Y no estaría del todo equivocada.
-¿Por qué no le abriste a Matt?-preguntó, entre tanto que yo bajaba de la cama y me acercaba para salir de mi habitación, aunque no quisiera.
-Oh, perdóname-intenté mirar al interpelado pero su mirada me derritió el corazón incluso antes que éste pudiera latir, así que me apresuré a hablar para quitarla rápido-. Es que me quedé dormida con la música a todo volumen-me excusé y luego me dirigí hasta la cocina para tomar una manzana, pero más para huir de ambos. Porque por el lado que sea, yo me sentía culpable.
-No, no te preocupes-me dijo Matt y su voz hizo que las piernas me temblaran.
-Lo encontré sentado afuera, quién sabe por cuánto tiempo estuvo allí-musitó Alexandra y por la colilla del ojo miré cómo se giró hacia Matt para darle un abrazo cariñoso.

El hecho de que no quería admitir que me daban celos, no evitaba que los sintiera. Entonces el timbre sonó interrumpiendo el beso que estaban a punto de darse y corrí alegre a abrir la puerta, dándole gracias a quién sea que estaba del otro lado.
Cuando abrí, un ramo de rosas rojas le tapaba la cara a alguien y sólo divisé las viriles manos que lo sostenían. Todos nos quedamos observando, confundidos y curiosos, hasta que el ramo de rosas bajó y pude ver el bello rostro juvenil de Chris, sonriéndome.


28º capítulo


-¡Hola!-me sonrió, haciendo notar sus pómulos rojizos.
-Qué bueno que llegaste-dije y lo tiré de la mano para sentarlo conmigo.
-Dime, ¿qué pasa?
-Bueno, tengo un muy, muy, grave problema-farfullé.
Sus cejas se elevaron al mismo tiempo en un gesto de sorpresa pero luego pasó a ser un ceño fruncido bañado de un matiz de preocupación.
-¿Qué tipo de problema? ¿Qué es?-inquirió, visiblemente atento.
-Bueno, ¿prefieres que te lo diga sin tantos rodeos?-pregunté, a lo mejor así era más fácil para mí.
Asintió.
-Creo que me gusta tu hermano-dije, casi hablando entre dientes, consumida por la vergüenza.
-¡¿Qué te gusta quién?!-sus ojos se abrieron al igual que su boca.
-No me hagas repetirlo-lo fulminé con la mirada.
-¿Estás enamorada de Matt?-preguntó y su voz se mezcló con alguna chispa de arrebato repentino.
-No, no, no-gesticulé-. Enamorada, no-negué rotundamente, meneando la cabeza-. Sólo, me gusta… mucho-admití, ruborizándome.
-Vaya-se recargó con aplomo sobre el respaldo metálico de la banca-. Ahora somos compañeros del mismo dolor-bromeó.
-Chaz, no estoy enamorada de tu hermano-volví a especificar.
-No por ahora.
Le fruncí el ceño y el rió.
-Vamos, cuéntame cómo ocurrió-me palmeó la pierna cariñosamente.
-Bueno-suspiré-, creo que fue desde que lo vi. Mira, yo no creo en el amor a primera vista, pero cuando vi a Matt, me atrajo al instante. Tu hermano es muy apuesto.
-Ya he oído eso-musitó Chaz.
-Bueno, tú no te quedas atrás-admití.
-Gracias. Continua.
-Él no me dijo que era novio de Alexandra, y Alexandra tampoco me mencionó que tenía uno; así que mis pensamientos volaron libremente y entonces chocaron contra una dura pared cuando me enteré de que ellos eran pareja.
-¿Cómo te enteraste?
-Oí a Alexandra decirle ‘amor’ y luego besarlo.
-Oh-musitó y quiso fingir indiferencia, pero fue notable que le dolió. Capté entonces que debía guardarme comentarios como ese.
Continué.
-Luego Alexandra me explicó que lo eran y… yo comencé a convivir con Matt, ya sabes, mientras espera a que Alexandra llegue del trabajo y eso; luego…
-Espera, espera-me interrumpió-. ¿Cómo que convives con Matt mientras espera a que Alexandra llegue?
-Sí, bueno, Alexandra llega a las ocho de la noche y Matt va a las siete al departamento.
-¿Por qué hace eso?-preguntó, confundido.
-Dice que es agradable estar allí-me encogí de hombros.
La cabeza de Chaz se meneó y luego soltó una risita junto con un resuello.
-Continúa, continúa-me instó.
-Bueno, empecé a convivir con él, llevarnos bien es fácil, es agradable y divertido, pero mientras más convivíamos, empecé a sentir cosas por él.
-¿Cosas?
-Sí, ya sabes, ese tipo de cosas-me encogí de hombros.
-¿El cosquilleo en el estómago, la sonrisa idiota en el rostro, el latir inoportuno del corazón, el enrojecimiento de mejillas y las ridículas ganas de verle el rostro a cada instante de cada día?
-Eso… mismo.
-¿Ó esas ganas abrasadoras de ser tú quien en vez de ella, esos molestos pinchazos en el interior que te fruncen el ceño cuando los ves tomados de la mano, riendo y hablando, y esas oleadas repentinas de tristeza cuando por accidente los descubres besándose?
-Sí-musité.
-Querida mía-se acomodó para mirarme de frente y me miró con un gesto divertido y a la vez compasivo-. Lamento confirmarte que estás enamorada-me hizo un cariño en la barbilla.
-¡¿Qué?!-chillé, atónita.
-¿Por qué no?-preguntó, sumamente tranquilo.
-¡Porque es novio de mi mejor amiga!-vociferé como si fuese obvio-. No debo, no puedo-negué con la cabeza, frenéticamente.
-Uno no decide de quien enamorarse-suspiró-. Y si no, mírame a mí: no debo ni puedo estar enamorado de Alexandra, y lo estoy-se encogió de hombros.
-¿Por qué lo tomas con tanta tranquilidad?-vociferé, casi queriéndole sacudir de los hombros.
-Porque no voy a ponerme a llorar ni a atormentarme. ¿Qué más puedo hacer si no es aceptar y vivir con eso? Aunque me duela.
-Y bastante-admití, ahora caía en la cuenta del por qué es que lo entendía desde un principio.
-Ahora sé por qué nunca me juzgaste-dijo, adivinando mi pensamiento.
-¿Y qué vamos a hacer ahora?-pregunté, derrotada ante el sentimiento.
-Tratar de separarlos y hacer que Matt te ame a ti y que Alexandra me ame a mí-dijo.
-¿Qué?-le miré, con desdén, crédula.
-Sabes que eso fue sarcasmo, ¿verdad? No vamos a hacer nada, no podemos hacer nada-musitó, lleno de aplomo.
-Por un segundo lo creí-susurré, recargando mi espalda en el respaldo de la silla y cruzándome de brazos.
“Y me gustó” completó una vocecilla en mi cabeza.
-¿Te digo algo?-dije, ignorándola.
-Dime-me miró.
-Creo que Matt se…-me daba vergüenza decir eso, porque seguro Chaz pensaría que estaba loca o demasiado enamorada y ya comenzaba a alucinar.
-Se… ¿qué?-me instó.
-Se pone un poco celoso cuando me ve con Chris-terminé diciendo como quien no quiere la cosa.
-¿Christian? ¿El vecino de Alexandra?
-Ajá.
-¿Por qué se pondría celoso?-preguntó, con los ojos inquisidores.
-No sé-dije, aunque sí sabía, o al menos, quería creerme lo que pensaba. Que yo de alguna forma le atraía-. Pero he notado que cada vez que tomo a Chris de la mano y que le doy un beso en la mejilla o que Chris me corteja, Matt no parece muy contento-admití.
-¿Te gusta Christian?-preguntó y me hizo recordar cuando Matt lo hizo también.
-Es agradable, pero lo prefiero como amigo.
-Entonces, déjame adivinar, ¿utilizas a Christian para darle celos a Matt?-me reprochó.
Lo primero que pensé en decir fue ‘No’, pero luego, cuando lo pensé más, decir ‘No’ sería completamente falso; porque consciente o inconsciente, yo hacía aquello para ver el ceño fruncido de Matt en su rostro y luego sentirme bien al saber, o mejor dicho, creer, que yo le robaba algún tipo de sentimiento de inquietud.
Chaz interpretó mi silencio.
-_______, eso no se hace-me regañó, como un padre a una hija, o como un hermano mayor.
-La mayoría del tiempo no lo hago a propósito-susurré.
-Y Matt no tiene porqué ponerse celoso-reflexionó-. Esto está muy, pero muy raro-se rascó la barbilla, como pensando y yo sólo me dejé caer de nuevo sobre el respaldo, suspirando. No quería hacerme ilusiones, no debía.


27º capítulo


-¿Te la dio Matt?-su ceño se frunció, y la voz se le bañó radicalmente de un matiz de confusión.
-Emm… ¡No! Quiero decir que Matt te la dejó a ti, es para ti-dije, mientras sentía que la fierecilla pataleaba y gritaba ¡Mía, mía, mía!
-¿Hizo eso?-su semblante cambió de nuevo y se volvió tierno y dulce, como era- Aww, qué lindo es-se acercó a la rosa y la tomó para luego percibir su aroma-. Tengo que ponerla en agua-sonrió y yo suspiré, aliviada y con pesar.
Aliviada porque había salido del lío que por poco y se iba a armar, y con pesar porque la rosa ahora estaba en las manos equivocadas, que irónicamente eran en las que deberían de estar.
Me senté en una de las sillas de la mesa de la cocina mientras veía cómo Alexandra sumergía el tallo de la rosa en el agua de un florero pequeño.
-¿Y qué tal tu día con Chris?-preguntó mi amiga.
-Genial-musité con aplomo.
-Ay pero lo dices como si no te hubiera gustado-su aguda voz se acercó cuando ella se sentó a mi lado.
-No, es que estoy cansada, ya me conoces-sonreí.
-No es justo, ¿sabes?-dijo.
-¿Qué cosa?-la miré.
-Que no pueda pasar tiempo contigo. Dios, ¡eres mi mejor amiga y casi ni hablamos! Yo con mi trabajo y con… Matt.
-Pero Lexi, vivimos en el mismo departamento, como queríamos desde pequeñas, ¿recuerdas?
-Sí-sonrió-, y aun así casi ni te veo. No es justo.
-Está bien. Tenemos los domingos-dije.
-Un día de siete-hizo un mohín.
-Me gustaría pasar más tiempo contigo, Lexi; como cuando éramos niñas, pero ya no lo somos. Tú tienes trabajo y yo muchas cosas que hacer. Pero al menos lo compartimos y eso es lo que cuenta.
-Me siento muy afortunada, ¿sabes?-suspiró- Tengo la mejor amiga del mundo y el novio más apuesto del planeta-rió-. Además del trabajo que quería-agregó.
No sabía por qué me sentí culpable cuando ella dijo “la mejor amiga del mundo” y celosa cuando dijo “el novio más apuesto del planeta”.
Sonreí y la abracé. Si había una amiga excelente, esa era Alexandra. No yo.
-Tengo que dormir, Lexi-dije.
-¡Ay, no!-exclamó, como niña pequeña- ¿No vas a cenar?
-Estoy cansada.
-¡Vamos! Cena conmigo, ya van varias veces que me dejas cenando sola-hizo un puchero y me reí.
-Está bien. ¿Qué cenamos?
La sonrisa de Alexandra se expandió alegre por su rostro.
Miré a través de la ventana el cielo completamente oscurecido y conté las escasas estrellas que había esa noche. Miré luego el reloj, iba a ser la una treinta de la mañana y yo aun no podía dormir. Me acurruqué entre la manta y suspiré.
No podía seguir ignorando a la fierecilla dentro de mí, porque sus pensamientos ya no iban en total desacuerdo con los míos. Pero aun conservaba un poco de cordura en alguna parte de mi cabeza que me decía que no podía enamorarme de Matt. Era tan intocable como el fuego bajo la sartén, tan prohibido como romper alguna ley de la constitución; era el novio de mi mejor amiga, y yo debía de brincar hacía atrás los pasos que no debí de caminar.
Apabullada y con la cabeza llena de pensamientos ilógicos logré dormir esa noche.

Su sonrisa llegaba hasta mí a través de la poca distancia entre ambos. Una sonrisa demasiado bonita como para desgastarla, pero él quería dármela a mí y sólo a mí; haciendo que miles de mariposas revolotearan en mi estómago. Luego tomó mi mano, y sentí que pude tocar el mismísimo cielo. El corazón se me aceleró cuando él puso mi nombre en sus labios y la sonrisa se expandía ahora por mi rostro.
-¿Quién más puede hacerte sentir esto?-me preguntó, con su voz de terciopelo. 
Era la primera noche que soñaba con él, con Matt. Suspiré con la cabeza enterrada en la almohada y mi suspiró se convirtió en un vapor cálido que me pegó en todo el rostro. Alcé la cabeza y pude sentir algunos que otros cabellos despeinados a cada costado de mi cara. Hoy era sábado. Recordé angustiada el sueño y llegué a la conclusión de que tenía que contarle esto a alguien porque si no, explotaría tarde o temprano.
Me levanté y arreglé en media hora y tecleé sobre las teclas de mi celular el número de Chaz, ¿quién mejor que él para entender toda esta locura?
-¿Hola?-me contestó, del otro lado de la bocina.
-Chaz, ¿podemos vernos hoy?-pregunté.
-Claro, dime en dónde y a qué hora-accedió.
-En la plaza, en una hora y media, ¿está bien?
-Perfecto, ¿puedo preguntar para qué?-curioseó.
-Te digo cuando te vea.
-Está bien.
Finalicé la llamada y me apresuré a salir del departamento, seguro tardaría más de una hora y media si no me daba prisa. Aunque llegar por mis propios medios me costaría trabajo.
Tomé un taxi que tardó casi los sesenta minutos en llegar y pagué con los euros que habían salido de mi bolso o que, mejor dicho, Alexandra había colocado allí para mi uso, debido a que mis billetes y monedas aun eran americanos.
Bajé y me adentré en el motín de gente que circulaba bajo el cielo grisáceo como el día de ayer, y me senté en un baco gris que estaba vacía por puro milagro, como si aguardara por mí.
Le regalé un suspiro al aire y luego miré hacia arriba, a lo mejor llovería hoy. Los nubarrones grises que surcaban el cielo se veían considerablemente amenazadores.
Empecé a divagar entre mis pensamientos, mientras esperaba por Chaz; quien hasta el día de hoy se había vuelto casi mi mejor amigo, nos contábamos todo y esta vez, no sería la excepción. Estaba dispuesta a decirle con punto y coma todo, y eso incluía aceptar que Matt me atraía y bastante.
A la media hora Chaz apareció entre el tumulto de gente, su suéter color vino y su cabello rizado fue lo que alcancé a distinguir primero.
-¡Chaz, aquí!-manoteé para que me viera y no sólo logré llamar la atención de él sino de algunos otros que me miraron extrañados por hablar en otro idioma.
Cómo si no hubieran oído jamás el español. Me encogí un poco cohibida y aun así Chaz me alcanzó a mirar y se acercó.


jueves, 10 de enero de 2013

26º capítulo


La fierecilla se emocionó al oír la pregunta que esperaba. “Dile que sí, dile que sí” me decía, pero la ignoré mandándola al rincón de donde había salido.
-Chris es… un gran chico. Pero…
-Tú le gustas-me interrumpió.
-No creo gustarle más que Ferni. Y la respuesta es… que quizá me agrade un poco, pero, me quedo como su amiga.
-Eres sincera-esbozó una delicada sonrisita-. Y, quiero conocer a esa chica, Ferni. Me hablas de ella y no sé siquiera quien es.
Me reí.
-Es la chica del laboratorio de fotografía de los Agnelli. Un día te llevaré.
-¿Prometido?
-Prometido-reí-. Siguiente pregunta.
-¿Qué te contó Chaz el otro día?
-¡Tramposo!-negué con la cabeza riendo- No te voy a decir, no seas curioso, Lawrence.
Me miró y enarcó una ceja.
-Perdón, Matt.
Sonrió
-Y no te diré.
-¿Tiene algo que ver conmigo?
-Eemm… contigo, conmigo, con Christian, con todos-divagué, saliéndome por la tangente-. Última pregunta.
-¿Ya es la última?
-Así es, curioso-asentí.
-Está bien. Bueno, tú conoces a Alexandra mejor que nadie, y me conoces bastante también a mí, ¿cierto?-asentí- Bien, ¿crees realmente que Alexandra y yo…? No, ya sé, ¿crees que Alexandra es lo mejor para mí y yo para ella?
Abrí los ojos de par en par, ¿qué? ¿Ahora dudaba? ¿Y me preguntaba a mí?
-Bueno, mira-balbuceé y me humedecí los labios, repentinamente secos-, no se trata de lo que opine o lo que la gente diga; aunque tú los has oído, dicen que ustedes son la pareja perfecta; pero te repito, los comentarios de la gente no importan, lo que verdaderamente importa es lo que tú y ella sienten. Si la amas, y ella a ti, ¿qué importa lo demás?
Tenía la mirada baja al igual que la cabeza que ligeramente se inclinaba hacia abajo.
-Gracias-musitó.
-Cuando quieras, Matt.
Levantó la mirada de pronto e hizo que me corriera hacía atrás por el repentino movimiento.
-Tengo que irme, discúlpame con Alexandra, ¿sí?-se levantó del sofá y caminó hasta la puerta.
-¿Por qué te vas?-inquirí, desorientada, aun sentada sobre el sillón.
-Las preguntas se acabaron-sonrió-. Hasta mañana, ______-y salió por la puerta.
Dejó la habitación vacía y a mí en ella. Cuando lo capté, pude distinguir también un fiero deseo de mantener su presencia aun allí, conmigo.
Giré sobre mi asiento y miré la rosa sobre la mesa, suspiré. Salí disparada a mi habitación y rebusqué en el cajón inferior de mi mesilla de noche aquellas fotos con el rostro de ángel. Me quedé sentada en el suelo de la habitación, recargada en uno de los lados de mi cama, mirando lo que tenía en las manos. ¿Qué era eso que sentía en mi estómago? ¿Por qué el corazón se me aceleraba cuando no debía? ¿Por qué… sentía que Matt me gustaba? Era sumamente atractivo, sin duda y sensacional, también.
Estar a su lado era como no querer que el tiempo avanzara, querer detener las manecillas del reloj y mandarlas en sentido contrario. Su mirada angelical de miel era como la fábrica de luces para Navidad. Me hace sentir bonita con el beso en la mejilla, la sonrisa que miraba en su rostro me llena de algo que me es inexplicable. Él de alguna forma me hace recordar lo que es sentir, saber que una existe.
Lawrence, Matt, como sea; el nombre es lo de menos, porque ahora me invadía una angustia palpable que me comenzó a cortar la respiración y hacía que las manos desprendieran sudor frío.
No. Yo podía fijarme en cualquier chico, cualquiera. Excepto en uno. Arrojé las fotografías dejándolas desparpajadas por todo el interior del cajón y lo cerré abruptamente. Yo no podía fijarme en Matt.
-¡_____!-la voz de Alexandra apareció lejos, junto a la puerta de entrada que apenas había cerrado para introducirse al departamento y como impulsada me levanté del piso y salí de mi habitación. Miré a Alexandra.
-Hola-musité.
-¿Dónde está Matt?-preguntó, dejando su bolso Louis Vuitton sobre el sofá.
-Se fue,
-¿Cómo? ¿Vino y se fue?
-Sí-me encogí de hombros-. Me dijo que lo disculpara contigo pero que tenía que irse-tragué saliva escandalosamente.
-¿Estás bien?
-¿Yo? Claro, ¿por qué no he de estarlo?-farfullé, queriendo sonreír.
-Pues, te conozco y pareces nerviosa.
-¿Nerviosa? ¿Yo?-reí- No, para nada.
-_____-me miró, con esos grandes ojos color chocolate que me acusaban conjeturantes- ay, ¿sabes qué? Olvídalo-manoteó restándole importancia al asunto-, vengo muy cansada hoy-bostezó y luego miró hacía la mesita de centro-. ¿Y esa rosa?
Abrí los ojos como platos.
-Eh… emm…-tartamudeé.
-¿Te la dio Christian?-especuló con el rostro ansioso.
-Matt-solté.
-¿Te la dio Matt?-su ceño se frunció, y la voz se le bañó radicalmente de un matiz de confusión.


25º capítulo


¿Por qué te fuiste de Arizona?-musité, tímida y con la voz apenas audible.
Él se quedó en silencio de nuevo y luego bajó la mira. ¡Tonta, tonta, tonta! Me decía una voz interna; si no se lo contó a Alexandra, no sé por qué tenía la esperanza de que me lo contara a mí.
-Es que no quería estar más en ese lugar-comenzó, con un tono de voz que se fue haciendo agrio conforme hablaba.
Iba a conformarme con aquella respuesta, creyendo que él ya no seguiría hablando; pero su boca se abrió de nuevo… ¿estaba dispuesto a contarme a mí… todo?
-La razón fue una chica, Kristen-su mirada estaba gacha, puesta atenta en el verde cojín del sillón-. Ella fue mi novia durante un año; estábamos bien, ó eso creía yo, hasta que un día llegué a casa y mamá me dijo que Kristen había ido y me había dejado una nota, una especie de carta o algo así…-se quedó en silencio y respiró de forma notable varias veces, mientras que yo sólo observaba cómo su perfecto abdomen se inflaba y desinflaba bajo la camisa azul que vestía; luego continuó-. Subí a mi habitación y me senté a leer la nota; decía que se iba, que no la buscara y que era el fin de nuestra relación. Que lamentaba que eso tomara tanto tiempo y que se iba simplemente porque se merecía algo mejor que… yo-su semblante de ángel ahora parecía como si estuviese tallado en piedra, con una expresión hostil y entristecida a la vez-. Terminé el año que me faltaba para graduarme y salí corriendo de ese lugar tan pronto pude; lo primero que se me ocurrió fue ir hasta Japón, pero llegué primero a Italia, aquí, me gustó y descubrí que era lo suficientemente lejos de ese lugar, así que decidí quedarme. Mi familia se mudó al año siguiente, cerca de mi apartamento. Mientras me iba esforzando en no recordar aquello ni nada de ese lugar. No te voy a negar, que sí me dolió. Yo la quería bastante y para ella simplemente no fue suficiente…-su voz se perdió y luego el silencio apareció de nuevo, y supe que ya no hablaría.
-Qué estúpida-farfullé, incrédula y él me miró. 
-¿Disculpa?
-Kristen, es una estúpida-dije-. Me disculparás, pero, ¿que no eras suficiente? ¿Que se merecía algo más? ¿Acaso existe algo mejor que tú?-¡cállate! Me gritó la voz y capté la última pregunta que había salido de mi boca, el rubor corrió traicionero y sentí vergüenza; pero Matt me miraba enternecido, y mi corazón se conmovió dentro de mí, así que seguí hablando pero ahora consciente de lo que decía-. Qué tonta fue-musité-, porque no vio que eres un chico increíble, talentoso, atento, divertido, además de muy apuesto.
Él esbozó una sonrisa de medio lado.
-Estoy segura que jamás encontró ese “algo mejor” porque simplemente no lo hay-continué-. Qué lástima que te haya dejado ir, porque no supo que lo que dejó escapar fue como un tesoro, que ya no recuperará; por eso digo que Alexandra es muy afortunada-en lo último de mi frase, la voz se me entristeció, pero él sonrió y aquella sonrisa le dio motivo a mi corazón para palpitar fuertemente.
-Qué linda eres-musitó y el corazón comenzó a latirme más y más rápido, expandiéndose por todo mi pecho-. Gracias.
Sonreí apenas pude, porque aun estaba un poco atolondrada intentando calmar a mi corazón.
-¿Sabes?-me dijo- Eres a la primera persona a la que se lo digo.
Cuando creí que el corazón había vuelto a su tamaño normal, volvió a inflarse completamente conmovido.
-Gracias por tenerme la confianza-murmuré.
-Gracias por escucharme.
Le sonreí de nuevo, aun sin comprender cómo es que aquella chica lo había dejado ir.
-Pero basta de mí, te toca-la sonrisa alegre apareció de nuevo en su rostro y esperé a que dijera la primer pregunta-. ¿Qué te inspiró a ser fotógrafa?
-Mi papá-dije-. Le gustaba mucho tomarnos fotos, a mí y a mi mamá y me gustaba cuando me sentaba en sus piernas y me las mostraba una por una, decía “Mis chicas” y luego me daba un abrazo. Me hacía sentir protegida-el recuerdo llegó hasta mi garganta, quebrándome la voz.
-Seguro tu padre está muy orgulloso de ti, donde sea que él esté-me acarició la rodilla con cariño y me sonrió.
-Gracias.
-Dime, ¿Qué hay con el chico de California?-inquirió y me reí por el cambio de tema tan repentino.
-¿Cuál chico?-dije, un poco confundida.
-Del que le hablaste a Christian hoy, sobre tu amiga…
-¡Oh! Eso, amm…-recordé mi pequeña mentira y rebusqué algunas palabras para formar la respuesta que él me pedía-. Bueno, como tú dijiste, ya no importa, ya se quedó allá-me preguntaba si había notado mi nerviosismo.
-¿Te has enamorado alguna vez?-su mirada de color miel se clavaba en mi rostro con intensidad, haciendo que mi corazón se trabara en sus latidos.
-Existió un chico, Dennis-expliqué-. Pero, no funcionó-me encogí de hombros.
-¿Por qué no funcionó?
-Bueno, éramos muy distintos. Yo amaba la fotografía y el arte y él… no era muy trabajador que digamos-reí-. Pero era un buen chico.
-¿Entonces buscas a alguien con quien puedas congeniar?
-No lo busco, Matt. Tengo algo así como una creencia de que él sólo llegará.
-El destino.
-Quizá-me encogí de hombros.
-Dime, Christian es…-parecía como si luchara con las palabras para encontrar las adecuadas-, amm… bueno, se nota que te llevas muy… bien, con él. ¿Te gusta?-sin embargo, parecía también apenado por su pregunta.
La fierecilla se emocionó al oír la pregunta que esperaba. “Dile que sí, dile que sí” me decía, pero la ignoré mandándola al rincón de donde había salido.


24º capítulo


La tarde había llegado y el sol se había ocultado ya en algún punto del cielo cuando volvimos al departamento. Había sido increíble haber pasado todo un día con Matt cuando no estaba en mis planes. Me sentía mal a veces de haber utilizado a Christian en varias ocasiones para sacarle ese rostro adusto y un ceño fruncido a Matt. Pero más allá de la remota culpa, se sentía bien.
-¡Uff! Fue un día magnífico el de hoy-dijo Chris, riendo complacido.
-Lo fue-concordé-. Gracias, Chris.
Besé su mejilla ligeramente coloreada por una bella pincelada rosa y crucé los dedos por que el ceño fruncido de Matt apareciera de nuevo en su bello rostro. Le miré por la colilla del ojo cuando me alejé de Chris y lo vi con las manos en sus bolsillos y la mirada baja, como si quisiera evitar ver. La fierecilla se decepcionó.
-Hasta luego, Chris-le dije.
-Hasta luego, principessa-rió, tímido, luego dio la vuelta y se introdujo al departamento de su tía.
Miré a Matt quien ahora esbozaba una linda sonrisa, ¿no le había afectado en nada mi patético intento por ponerlo celoso?
-Qué grosero es Christian, no se despidió de mí-dijo, pero mantenía aun esa sonrisa.
-Es un poco despistado, no te lo tomes a mal-sonreí.
Abrí la puerta y él me siguió.
-Son las seis treinta de la tarde, ¿qué quieres hacer?-me preguntó.
-Estuve caminando casi todo el día por la plaza, no creo que me queden ánimos de hacer algo más-musité, aventándome al sofá y dejando la rosa roja sobre la mesa de centro.
-¿Quieres jugar cartas?-sugirió, sentándose a mi lado.
-No, siempre me ganas-hice mohín y el rió por lo bajo.
-Bueno, que tal… ¿ver una película?
-Ya vi todas las que Alexandra tiene, y me da pereza ir hasta el video club a rentar una. Lo siento-musité, negando.
-Está bien, ¿por qué no jugamos a las diez preguntas?-insistió.
-Bueno creo que eso puedo hacerlo sentada aquí-reí y me crucé las piernas sobre el sillón, acomodándome para quedar cara a cara con Matt.
-Está bien, comienza tú-me dijo.
-Me dijiste que te gustaba la música. ¿Alguna vez has escrito una canción?
-Sí, tengo algunas letras, pero no son tan buenas-sonrió y bajó la mirada.
-Estoy segura de que son geniales-animé.
-Siguiente pregunta-rió.
-¿Algún día me enseñarás una?
Me miró y rió de nuevo por mi insistencia.
-Está bien, algún día-prometió.
-Bien. Veamos…-pensé- ¿dónde tienes más cosquillas?
-Emm… el cuello-dijo, como quien no quiere la cosa.
-¿Qué hay de tu futuro?-pregunté, meramente curiosa.
Se encogió de hombros, elegante.
-Pues sólo estoy seguro de una cosa. No seré administrador como Chaz- rió-. A lo mejor, quizá, compositor.
-¿Compositor? ¡Dios, eso sería fenomenal!
-Gracias.
¿De qué hablan las canciones que escribes?
-De la vida, de mí, del amor…-se encogió de hombros de nuevo.
La fierecilla se removió y me animó a preguntar:
-¿Alguna vez le escribiste alguna a Alexandra?-inquirí, temerosa por la respuesta, porque la fierecilla no sólo era terca, también era sensible.
Se quedó serio por un segundo, con un semblante duro e inexpresivo. La fierecilla se removió curiosa inquieta e impaciente.
-Me da pena admitirlo-bajó la mirada-. Pero no-musitó.
-¿Por qué no?-mi ceño se frunció pero la fierecilla sonreía alegremente.
-Es que…-elevó una de sus manos hasta su cabeza y la rascó despeinando su corto cabello- lo intenté, de verás, pero las palabras que salían y las frases que se formaban… simplemente no me gustaban. No eran buenas.
-Pero al menos lo intentaste, y ya sabes lo que dicen ‘La intención es lo que cuenta’-le sonreí, aliviada y feliz.
-Supongo-asintió riendo-. Siguiente pregunta.
-Está bien, veamos… ¿Qué pensaste de mí la primera vez que me viste?
Sonrió, dejándome ver todos esos hermosos y perlados dientes.
-Que eras _______, la amiga de Alexandra-dijo.
-No eso, eso ya lo sabías. Me refiero a la primera impresión.
-Oh, bueno. Recuerdo que me reí porque peleabas con la puerta-sonrió- y pensé que eras divertida; luego me seguiste la plática, entonces supe que eras sociable; para después deducir que eras agradable porque era fácil reír contigo.
-Oh, vaya. Gracias-musité, ligeramente ruborizada.
-Siguiente pregunta.
-¿Qué extrañas más de Arizona?
-Diría que mi familia, pero ellos viven aquí así que…-pensó- tal vez mi antigua universidad: me gustaban las fiestas-rió-. Siguiente y última pregunta.
-¿Me las estás contando?
-¡Claro! El juego se llama ‘diez’ preguntas, ¿no?
-Está bien, está bien-manoteé.
Pensé muy bien mi última pregunta, y sólo se me vino a la mente la que había estado pensando desde el inicio del juego, incluso mucho antes. Pero no sabía si hacerla era buena idea, sin embargo la fierecilla insistió hasta que las palabras salieron de mi boca con sumo cuidado.
-¿Por qué te fuiste de Arizona?-musité, tímida y con la voz apenas audible.
Él se quedó en silencio de nuevo y luego bajó la mira. ¡Tonta, tonta, tonta! Me decía una voz interna; si no se lo contó a Alexandra, no sé por qué tenía la esperanza de que me lo contara a mí.


miércoles, 9 de enero de 2013

23º capítulo


-¿En quién?-volvió a preguntar Chris.
Lo fulminé con la mirada queriendo taparle la boca en ese instante, las manos comenzaron a sudarme ante la posibilidad de quedar en evidencia.
-En… mi… amigo… que dejé en California-inventé.
-¿Qué clase de amigo? Cualquiera podría enamorarse de un amigo-inquirió.
-Enamoramiento no, Chris-especifiqué de nuevo, Matt sólo se mantenía en silencio pero atento-.Y es… un amigo, amm… cercano y…-me estrujaba los sesos para poder seguir poniéndole palabras a mi mentira-y… a una amiga también le gusta, entonces…
-Tienes miedo de perder la amistad de tu amiga por haberte fijado en el mismo chico que ella-completó Christian.
-¡Exacto!
-Bueno y, ¿quién se fijó primero en el chico?
-Ella-musité, con pesar.
-Pero tú ya te fuiste de California, ya no importa o ¿sí?-dijo Matt, quien había estado como una estatua hasta ahora.
-Eemm…-murmuré.
-Igual yo creo que lo hubieras hablado con tu amiga, en vez de especular tú sola las cosas y castigarte a ti misma-interrumpió Chris-. Digo, no era su novio y ella no era tu mejor amiga-se encogió de hombros.
Me solté a reír y ambos me miraron. Si Chris supiera a quién me refería ni siquiera haya dicho lo último.
-¿Qué es gracioso?-preguntó Matt.
-Nada, sólo que… nada-manoteé con la mano restándole importancia.
-¡Mira, ______!-me dijo Chris- ¿Ese lugar no te parece ideal para una fotografía?-apuntó hacía un edificio a lado de un canal que se extendía magnífico por el este.
-Qué buen gusto tienes Christian-concordé-. Creo que le tomaré una.
Saqué con la mano libre la cámara de mi bolso y luego me quedé en silencio y sin actuar, tímida porque Chris aun mantenía su mano atada a la mía.
-Christian, creo que ______ necesita sus dos manos-farfulló Matt.
-Oh, cierto. Discúlpame-enrojeció un poco y soltó mi mano a la que inmediatamente le pegó el aire gélido del medio día.
Le sonreí y apunté el lente de la cámara hacía el monumento y saqué la fotografía.
-Un fiore per la ragazza?-musitó alguien detrás de mí.
Me giré y obtuve la imagen de una señora con un canasto de rosas rojas que le hablaba a Matt, mientras que Chris estaba distraído mirando las palomas.
Matt me miró y luego me sonrió. Entonces miró de nuevo a la señora.
-Quanto costa una?-preguntó.
-Un euro-dijo la señora.
-Dammi uno.
Ella le acercó la canasta y Matt escogió una rosa entre el puño y luego, sacó del bolsillo de su pantalón una pequeña moneda.
-Ecco-le dio la moneda y le sonrió.
-Grazie bel giovane-dijo la señora y luego me sonrió a mí para después alejarse e ir a ofrecerle sus flores a la demás gente.
No había aprendido aun italiano, pero al menos, ya estaba un poco más familiarizada con las palabras y pude entender la conversación entre Matt y la señora. Ella le había ofrecido una rosa, él le había comprado una. Simple. Seguro se la llevaría a Alexandra.
-Ten-pero me la ofreció a mí y me dejó en blanco.
-¿Qué?-musité, torpe.
-Es para ti-dijo, como si hubiera adivinado mi pensamiento anterior.
-Gracias-tomé la flor entre mis manos y sentí que el rubor corrió por mis mejillas pintándolas, así que desvié mi rostro y miré a Chris, quien aún seguía entretenido observando el centenar de palomas que volaban en el cielo y otras que caminaban por el suelo de la plaza.
Alcé mi cámara y tomé una fotografía de su perfil justo en el momento exacto en que las palomas volaron. Una fotografía maravillosa. Chris me miró.
-Hey, pudiste haberme avisado-me dijo y yo reí.
-No, creo que saliste más lindo así.
El se sonrojó de nuevo, y luego bajó la mirada percibiendo así la flor en mi mano.
-¿Y esa flor?-preguntó.
-Se la dí yo-dijo Matt, con más orgullo del necesario.
-Rayos, entonces yo tengo que comprarte un ramo completo-bromeó.
-Lo haces parecer una competencia, Chris-dije, queriendo seguirle la broma, pero lo cierto era que dos hermosos ángeles estaban cortejándome y el tono casual en mi voz no era muy espléndido.
-Claro que no es una competencia-dijo él-, yo no estoy compitiendo con nadie; Matt no es un jugador, él ya tiene dueña-bromeó Chris, palmeándole la espalda a Matt.
Matt sólo sonrió, pero a esa sonrisa le hacía falta… ¿alegría?
-Me haces sentir como un trofeo-dije, haciendo un mohín.
-Non un trofeo. Tu sei una principessa bella e mi piace essere il vostro principe-musitó.
El rostro de Matt se endureció y su ceño se frunció ante las palabras que Chris había pronunciado. ¿Pero qué había dicho?
-Tell in spagnolo-le farfulló Matt.
-No, mi vergogno-musitó Chris.
-Qual è il tempo a flirtare con lei? Non capisce-el rostro de Matt se volvía serio y su voz no tenía ese tono amable.
-Perché so che gli piace l’accento italiano- Chris se encogió de hombros.
-Non vedo il punto-Matt se cruzó de brazos y luego me miró.
No sabía cuál era mi expresión, pero hasta sentía un signo de interrogación dibujado por encima de mi cabeza. Odiaba no entender nada.
-Chris dice que eres una bella princesa y que a él le gustaría ser tu príncipe-me dijo, pero parecía molesto.
-Stai zitto!-protestó Chris a Matt, enrojeciendo por completo.
Miré a Chris, enternecida.
-Qué lindo eres, Chris. Gracias-dije, y él enrojeció más. Sin embargo, Matt permanecía de brazos cruzados y con rostro duro.
La fierecilla apareció de pronto, bailando de alegría por que creía que lo que Matt tenía eran celos y aunque no quisiera aceptarlo, a mí también me gustaba la idea.


martes, 8 de enero de 2013

22º capítulo


-¿Quién eres?-pregunté, ya que su rostro me era conocido, sin embargo, también me parecía una persona extraña.
-Tu otra yo-me dijo.
Me solté a reír.
-Sí, claro. No puedes ser mi ‘otra yo’; ¡yo no me pondría jamás esos tacones tan altos!-señalé sus pies.
-Sí, bueno; pero resulta que yo hago cosas que tu normalmente no harías. Como por ejemplo, aceptar que me gusta Matt.
-¿Matt Lawrence?-vociferé, echándome hacia atrás.
-¿Lo ves?-dijo de lo más tranquila- Tú no lo aceptas, yo sí.
-Matt no me gusta, ¿estás loca? ¡Es el novio de Alexandra!
-Deja la histeria porque sabes que tengo razón.
-Demente-farfullé.
-Bueno, ¿y qué si no fuera novio de Alexandra? ¿Aceptarías que te gusta?
-No.
Ella rió y su risa burlona me incomodó.
-Claro, por que si no fuera novio de Matt, quizá no lo hubieras conocido-pensó.
-No me gusta Matt-dije, tajante.
-Repítelo hasta que te lo creas, por que a mí no me engañas-me sonrió-.
-¡Guarda silencio!
-¿Por qué? Nadie puede oírnos, sólo estamos tú y yo. Si aceptas que Matt te gusta, dejaré de molestarte.
-No-me crucé de brazos.
-Como quieras-se encogió de hombros-. A fin de cuentas para eso estoy yo.
-No sé de quién seas la otra parte, porque de mí no.
-Como digas-manoteó restándole importancia a mi comentario-. Pero ten en cuenta que yo, sí acepto que Matt me gusta y no olvides que sí soy parte de ti.
El sudor me perlaba el rostro cuando me desperté jadeante entre las sábanas. Eso sí que había sido una pesadilla. Un extraño y loco sueño, nada más. Miré el reloj, eran las ocho de la mañana. Recordé los planes que tenía con Chris y salí disparada de la cama para bañarme y vestirme.
Salí entonces a buscar a Chris pasadas de las nueve treinta, y como siempre, esa bonita sonrisa en su rostro de ángel me alegró la mañana.
-Hola-me saludó.
-Hola.
-¿Lista para irnos?
-Claro.
Enredé mi brazo al suyo y nos encaminamos a su mustang antiguo, color negro. Me abrió la puerta y luego puso el auto en marcha. El motor rugió bajó nosotros y las llantas comenzaron a rodar.
-¿Por qué ayer hablabas tan bajito? ¿Quién no querías que te oyera?-me preguntó.
Solté una delicada risita tonta, y sentí que enrojecí un poco.
-Alexandra y Mat….Matt.
-¿Por qué? Déjame adivinar, las especulaciones de Alexandra-rió.
-Eemm… sí, eso.
Me miró, aunque no parecía muy convencido debido a mi vacilar a la hora de responder.
Llegamos a la plaza de San Marcos y bajamos a caminar. Saqué un par de fotografías de cada monumento mientras que la gente andaba de aquí para allá bajo el tenue y apenas visible sol de la ciudad de Venecia.
-Chris-musité, como quien no quiere la cosa.
-Dime.
-¿Te ha gustado alguna vez alguien… prohibido?-me miré los pies al caminar, entre tanto que esperaba la respuesta de Christian.
-¿Prohibido?
-Sí, alguien que no te debe de gustar-vacilé.
-Mmm…-pensó-. A los cuatro años me enamoré de mi tía-rió.
Me reí también.
-Es enserio, Chris.
-¿De quién pudiste haberte enamorado, ________? ¿De un padre?
-Enamoramiento no, Chris. Y de un padre tampoco-lo fulminé con la mirada.
-Bueno, está bien. ¿En quién te pudiste haber fijado?
-Pues…
-¿Matt?
-¿Qué?-se me bajó la sangre de la cabeza hasta los pies y sentí como si fuera a tocar el suelo.
¿Cómo sabía? ¿Cómo pudo haber adivinado tan fácil? ¿Era yo tan obvia?
Miré a Christian, temerosa y con labios trémulos; pero entonces me percaté de que Chris no me miraba a mí, sino que su mirada se posaba lejos, observando un punto fijo.
-¿Es ese Matt?-preguntó, aún mirando a lo lejos.
Seguí el trascurso de su mirada y pude visualizar a unos tantos metros, entre la gente que pasaba de un lado para otro, un cuerpo que me quitaba el aliento. Caí en la cuenta de que mis pensamientos habían funcionado mal y que Chris no se refería a lo que yo había creído; sino que musitó el nombre de Matt porque lo vio a lo lejos.
-Creo que sí-musité- ¿Qué hace acá?-pregunté.
-A lo mejor salió a pasear, como nosotros. Hablémosle-sugirió.
Me tomó de la mano y me arrastró varios metros entre la gente hasta llegar a las espaldas de Matt, la perfecta y bien trabajada espalda de Matt, que no dejaba de lucir aún con la camisa que traía encima. Matt parecía como si buscase a alguien, ya que asomaba su cabeza sobre la de los demás.
-Matt-musitó Chris, haciendo que el interpelado pegara un brinco.
Se giró a mirarnos y abrió los ojos como platos.
-Perdón, no quería asustarte-dijo el bello ángel.
-No… no hay problema-tartamudeó y luego colocó su mirada en el entrelazado de dedos entre Chris y yo; su rostro dejó la expresión de nerviosismo y pasó a una con un ceño fruncido.
-¿Estás con alguien? Porque se nos ocurrió que sería buena idea que anduvieras con nosotros, digo, si quieres-dijo Chris.
-¿Eh?-subió la mirada-. Ah, sí, claro.
-Bien-sonrió Chris-. Vayamos para allá-señaló hacia la izquierda-. Hay lugares que seguro te gustarán-me dijo.
Seguí a Chris, aún atada a su mano y Matt a mi lado. El corazón cantaba emocionado y palpitaba extraño, con alguna clase de latidos que yo desconocía, pero que sin embargo me llenaban de placer.
-Qué casualidad haberte encontrado, Matt-musitó Chris.
-Ah, sí, vine porque…-se quedó en silencio de nuevo, repentinamente nervioso-porque… quería… salir un rato-dijo.
-Nosotros igual, además de que ______ aprovecha para sacar estupendas fotografías, ¿verdad?-me sonrió.
Le devolví la sonrisa, por que la voz se me había ido y sólo podía escuchar los escandalosos latidos de mi corazón producidos por el perfume tan varonil que Matt desprendía en cada paso que daba.
-Por cierto, ______, no entiendo aun qué quieres decirme-me dijo Chris-. No contestaste mi pregunta.
-¿Qué pregunta?-dije, con voz medio baja.
-¿En quién te fijaste y por qué dices que es prohibido?-inquirió.
Abrí los ojos de par en par, casi se me salían de las órbitas. Y Matt, quien estaba a mi lado, encaminando su paso con el mío, nos miró rápidamente. Íntegramente atento.
-Eemm… en… el… amm…-tartamudeé. Las miradas de ambos se posaban en mí y la de Matt ni siquiera parpadeaba.
-¿En quién?-volvió a preguntar Chris.
Lo fulminé con la mirada queriendo taparle la boca en ese instante, las manos comenzaron a sudarme ante la posibilidad de quedar en evidencia.