martes, 8 de mayo de 2012

6º capítulo

El sueño abrumador me despertó, una pesadilla que me perló la mayor parte de la cara de un sudor frío y que me obligó a abrir los ojos casi tan precipitadamente como me levanté. El horrible accidente que mis padres habían tenido, se había proyectado esa noche en mis sueños. Miré el reloj, aún con los nervios de punta. Eran las siete con cuarenta y dos minutos de la mañana. Suspiré y me levanté de la cama, había dormido con la misma ropa con la que había llegado, así que me di una rápida ducha y luego me cambié.
Salí a la cocina, Alexandra aún no se despertaba, así que me dio tiempo de prepararle el desayuno. Cociné un par de huevos fritos y unas salchichas con un pedazo de tocino, es decir un típico desayuno americano, luego preparé un zumo de naranja. Alexandra vive en Venecia pero sigue siendo americana.
-¡Mmm! ¿Qué es eso que huele tan delicioso?-salió de su habitación directa hacia la cocina y luego me sonrió.
-Quise prepararte el desayuno-le puse el plato en la encimera.
-Aaww-exclamó-. Es maravilloso tenerte aquí.
Ambas reímos y luego nos pusimos a ingerir todo lo que había salido del sartén.
-¿Qué planes tienes para hoy?-me preguntó.
-Creí que tú ibas a hacer mi agenda de este día-dije, confundida.
La grande sonrisa de la que ella era dueña se expandió por su rostro.
-Sólo quise asegurarme de que no la hayas olvidado-rió de nuevo-. Te llevaré por las mejores tiendas de ropa que jamás hayas visto-la emoción saltó a sus ojos.
-Genial-musité.
Ropa. No era una adicta de la moda o algo por el estilo, por lo tanto nunca me emocionaba tanto ir de tienda en tienda hasta encontrar el atuendo perfecto; pero a Alexandra siempre le había gustado y tenía un excelente gusto en ropa. Cada vez que íbamos a alguna tienda, era ella la que terminaba con más de cinco bolsas en la mano.
Hacía frío, un gélido aire vagabundeaba por la atmósfera de Venecia mientras que mi mejor amiga y yo caminábamos por sus calles.
-¿Cómo pasó lo de Dennis? Eso jamás lo supe-me dijo y le miré extrañada-. Quiero decir, que nunca supe cómo lo olvidaste.
-Oh, bueno, simplemente decidí superarlo y ya-me encogí de hombros y me quedé mirando a través de una vitrina un precioso jersey beige.
El reflejo de Alexandra se dibujó a mi lado en el cristal y una repentina curiosidad vino a mí como una ola del mar.
-Dime, Lexi, ¿cómo conociste a Matt?-musité sin mirar el rostro de ella y fingiendo que observaba detenidamente el bonito jersey de la tienda, nerviosa.
Algo definitivamente raro.
-En un café, un día lluvioso-suspiró como si de pronto volviera a ver el recuerdo nítido en su mente y se perdiera en él, entonces la miré-. Se acercó y hablamos un poco, ¡él es tan gracioso!-suspiró- Me contó que era de Arizona, que allí había nacido y que había venido a Venecia por lo mismo que yo: olvidar amores del pasado, sin embargo hasta la fecha no me ha dicho qué fue lo que le pasó…-se perdió pero luego volvió a retomar el curso animoso- Luego de reírnos un rato, me pidió mi número de teléfono y en la noche del mismo día me llamó-sonrió-. Sólo quería desearme buenas noches-suspiró, teatralmente.
-Suena… como a un cuento-sonreí.
-Me siento como en uno-sonrió también- ¡Dios! ¡Estoy tan feliz!-me abrazó, completamente llena de emoción; cosa que siempre hacía cuando estaba así.
-¿Cuántos años tiene?-pregunté, retirándome de su abrazo.
-Veintitrés.
-No hay mucha diferencia, tú tienes veintiuno-dije, aliviada.
-¿Sabes qué nos dicen?-inquirió, animada.
-¿Qué?
-Que somos la pareja perfecta. Que los dos estamos hechos a la medida. Que nacimos para estar juntos-suspiró.
Estaba feliz, pero algo dentro, muy dentro de mí, se removía incómodo y desesperado. Como una pequeña fierecilla enjaulada en lo más oscuro de una habitación, muy lejos de la salida; pero sin embargo, deseosa de salir.
-Me alegro mucho por ti.
-¡Ya sé! Podríamos salir todos alguna vez, así te presento-comentó.
-¿Todos?-pregunté confundida.




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