jueves, 10 de enero de 2013

25º capítulo


¿Por qué te fuiste de Arizona?-musité, tímida y con la voz apenas audible.
Él se quedó en silencio de nuevo y luego bajó la mira. ¡Tonta, tonta, tonta! Me decía una voz interna; si no se lo contó a Alexandra, no sé por qué tenía la esperanza de que me lo contara a mí.
-Es que no quería estar más en ese lugar-comenzó, con un tono de voz que se fue haciendo agrio conforme hablaba.
Iba a conformarme con aquella respuesta, creyendo que él ya no seguiría hablando; pero su boca se abrió de nuevo… ¿estaba dispuesto a contarme a mí… todo?
-La razón fue una chica, Kristen-su mirada estaba gacha, puesta atenta en el verde cojín del sillón-. Ella fue mi novia durante un año; estábamos bien, ó eso creía yo, hasta que un día llegué a casa y mamá me dijo que Kristen había ido y me había dejado una nota, una especie de carta o algo así…-se quedó en silencio y respiró de forma notable varias veces, mientras que yo sólo observaba cómo su perfecto abdomen se inflaba y desinflaba bajo la camisa azul que vestía; luego continuó-. Subí a mi habitación y me senté a leer la nota; decía que se iba, que no la buscara y que era el fin de nuestra relación. Que lamentaba que eso tomara tanto tiempo y que se iba simplemente porque se merecía algo mejor que… yo-su semblante de ángel ahora parecía como si estuviese tallado en piedra, con una expresión hostil y entristecida a la vez-. Terminé el año que me faltaba para graduarme y salí corriendo de ese lugar tan pronto pude; lo primero que se me ocurrió fue ir hasta Japón, pero llegué primero a Italia, aquí, me gustó y descubrí que era lo suficientemente lejos de ese lugar, así que decidí quedarme. Mi familia se mudó al año siguiente, cerca de mi apartamento. Mientras me iba esforzando en no recordar aquello ni nada de ese lugar. No te voy a negar, que sí me dolió. Yo la quería bastante y para ella simplemente no fue suficiente…-su voz se perdió y luego el silencio apareció de nuevo, y supe que ya no hablaría.
-Qué estúpida-farfullé, incrédula y él me miró. 
-¿Disculpa?
-Kristen, es una estúpida-dije-. Me disculparás, pero, ¿que no eras suficiente? ¿Que se merecía algo más? ¿Acaso existe algo mejor que tú?-¡cállate! Me gritó la voz y capté la última pregunta que había salido de mi boca, el rubor corrió traicionero y sentí vergüenza; pero Matt me miraba enternecido, y mi corazón se conmovió dentro de mí, así que seguí hablando pero ahora consciente de lo que decía-. Qué tonta fue-musité-, porque no vio que eres un chico increíble, talentoso, atento, divertido, además de muy apuesto.
Él esbozó una sonrisa de medio lado.
-Estoy segura que jamás encontró ese “algo mejor” porque simplemente no lo hay-continué-. Qué lástima que te haya dejado ir, porque no supo que lo que dejó escapar fue como un tesoro, que ya no recuperará; por eso digo que Alexandra es muy afortunada-en lo último de mi frase, la voz se me entristeció, pero él sonrió y aquella sonrisa le dio motivo a mi corazón para palpitar fuertemente.
-Qué linda eres-musitó y el corazón comenzó a latirme más y más rápido, expandiéndose por todo mi pecho-. Gracias.
Sonreí apenas pude, porque aun estaba un poco atolondrada intentando calmar a mi corazón.
-¿Sabes?-me dijo- Eres a la primera persona a la que se lo digo.
Cuando creí que el corazón había vuelto a su tamaño normal, volvió a inflarse completamente conmovido.
-Gracias por tenerme la confianza-murmuré.
-Gracias por escucharme.
Le sonreí de nuevo, aun sin comprender cómo es que aquella chica lo había dejado ir.
-Pero basta de mí, te toca-la sonrisa alegre apareció de nuevo en su rostro y esperé a que dijera la primer pregunta-. ¿Qué te inspiró a ser fotógrafa?
-Mi papá-dije-. Le gustaba mucho tomarnos fotos, a mí y a mi mamá y me gustaba cuando me sentaba en sus piernas y me las mostraba una por una, decía “Mis chicas” y luego me daba un abrazo. Me hacía sentir protegida-el recuerdo llegó hasta mi garganta, quebrándome la voz.
-Seguro tu padre está muy orgulloso de ti, donde sea que él esté-me acarició la rodilla con cariño y me sonrió.
-Gracias.
-Dime, ¿Qué hay con el chico de California?-inquirió y me reí por el cambio de tema tan repentino.
-¿Cuál chico?-dije, un poco confundida.
-Del que le hablaste a Christian hoy, sobre tu amiga…
-¡Oh! Eso, amm…-recordé mi pequeña mentira y rebusqué algunas palabras para formar la respuesta que él me pedía-. Bueno, como tú dijiste, ya no importa, ya se quedó allá-me preguntaba si había notado mi nerviosismo.
-¿Te has enamorado alguna vez?-su mirada de color miel se clavaba en mi rostro con intensidad, haciendo que mi corazón se trabara en sus latidos.
-Existió un chico, Dennis-expliqué-. Pero, no funcionó-me encogí de hombros.
-¿Por qué no funcionó?
-Bueno, éramos muy distintos. Yo amaba la fotografía y el arte y él… no era muy trabajador que digamos-reí-. Pero era un buen chico.
-¿Entonces buscas a alguien con quien puedas congeniar?
-No lo busco, Matt. Tengo algo así como una creencia de que él sólo llegará.
-El destino.
-Quizá-me encogí de hombros.
-Dime, Christian es…-parecía como si luchara con las palabras para encontrar las adecuadas-, amm… bueno, se nota que te llevas muy… bien, con él. ¿Te gusta?-sin embargo, parecía también apenado por su pregunta.
La fierecilla se emocionó al oír la pregunta que esperaba. “Dile que sí, dile que sí” me decía, pero la ignoré mandándola al rincón de donde había salido.


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