sábado, 12 de enero de 2013

31º capítulo


Matt y Alexandra se separaron y sus bocas volvieron a ser dos. Algo dentro tironeó mi corazón.
-Perdón-dijo Chris, ya que yo me había quedado sin voz.
-Oh, no te preocupes, Christian-se levantó Alexandra del sofá y se acercó-. ¿Ya te vas?-preguntó, medio consternada.
-Sí-dijo él.
Me empujó discretamente por la cintura, mientras que yo me esforzaba por borrar mi rostro afligido. Medio reaccioné. Seguí a Chris hasta la puerta y él notó mi reacción.
-Nos vemos luego, chicos-dijo Chris y dijo adiós con la mano a Matt y a Alexandra. Entonces se acercó a mí y me plantó un beso tierno cerca, muy cerca de los labios, rozando sólo la orilla y antes de que se despegara demasiado de mi rostro me guiñó el ojo.
Me quedé parada allí, analizando lo que Christian acababa de hacer, o mejor dicho, por qué lo había hecho.
-Adiós-musité por fin y luego cerré la puerta tras ver la sonrisa de Chris.
Me giré y los ojos inquisidores de Alexandra me acusaron mientras que los de Matt me miraban como si estuviesen furiosos. Pero eso era imposible, ¿no? No puede enojarse tanto por una estúpida rosa. Porque… esa era la razón, ¿no?
Se limitó a intimidarme y cuando lo notó dejó de hacerlo y bajó la mirada.
-¿De qué tanto hablaron tú y Chris?-preguntó Alexandra, la curiosidad que siempre había existido en ella ahora me resultaba extrañamente fastidiosa.
-De nada importante, ya sabes-me encogí de hombros-, su tía, la cena-dije, divagando un poco- ¿Sabes? Voy a ver si tenemos correspondencia-inventé, para poder escapar un rato de aquel incómodo momento.
-Pero…
No dejé que Alexandra terminara e interrumpí el sonido de su aguda voz cuando la puerta me colocó del otro lado, suspiré y bajé con lentitud las escaleras, necesitaba un poco de aire fresco. Llegué hasta el último piso y revisé en el cajón marcado con el 312 para ver si teníamos correspondencia, no había nada más que unos cuantos folletos de publicidad sobre cuentas de banco, a lo poco que pude entender. Arrugué los papeles y los hice una bolita mal hecha, luego salí del edificio y me senté en las escaleras de la entrada en donde deposité las bolitas de papel a un lado, me llevé ambas manos a mis ante brazos, esta noche había decidido teñirse de un azul oscuro y gélido aire. Suspiré, haciendo que el vapor saliera de mi nariz y chocara con el frío.
La puerta se abrió a mis espaldas y antes de que pudiera articular algún pensamiento, su voz me distrajo.
-Necesitamos hablar-me dijo Matt haciéndome pegar un brinco, su tono era un poco áspero y cuando me giré a mirarlo, se esforzaba en ocultar un rostro medio colérico, pero la máscara no resistía muy bien.
De pronto me asusté. ¿Tan mal se había tomado que yo le haya dado la rosa a Alexandra? Le miré con ojos angustiados.
Se sentó a mi lado, allí en el frío cemento de las escaleras desgastadas de la entrada y el contacto con su piel me produjo un tierno calor cuando pegó su brazo y hombro al mío.
-¿Qué sucede?-pregunté.
-¿Qué fue eso?-me dijo, con el mismo tono de voz.
-¿Que fue qué?-esto parecía un juego de palabras.
-Eso, con Christian, ¿por qué te besó?
Me solté a reír de puro nerviosismo, yo pensando que él me daría una buena amonestación por lo de la rosa y, ¿me sale con eso?
-No me besó-dije.
-¿Entonces cómo le llamas al hecho de que él haya pegado sus labios a los tuyos?
-¿Qué?-reí aun más y al parecer a Matt no le hacía mucha gracia. -Chistian no me besó, no en los labios, al menos. Fue sólo un beso de amigos.
-Pues no parecían amigos-farfulló.
-Lawrence, pareces mi padre-dije, medio molesta por tener que darle explicaciones y la risa se volvió una línea tensa en mis labios.
Matt suspiró y decidió mejor cambiar de tema, aunque no de tono de voz.
-¿Por qué le diste la rosa a Alexandra?-preguntó.
-Porque ella es tu novia, Matt-dije, aunque me haya dolido rectificar aquello-. A ella es a quien debes de darle rosas, osos de peluche o lo que sea.
-Pero yo te la quise dar a ti-insistió.
-Y yo no iba a decirle a Alexandra eso, ¿o sí?-suspiré-. Matt, ¿por qué te molestas tanto con las cosas que hago? ¿Por qué te importa que le haya dado la rosa a Alexandra e inventado una excusa para salvarnos el pellejo? ¿Por qué te molesta si Christian me besa o me lleva un ramo de flores?
Se quedó en silencio un rato, mirando hacia delante con el ceño fruncido y sus labios formando una línea.
-No lo sé-musitó-. Tengo que irme-se levantó rápidamente y caminó hasta su Hybrid negra y subiendo a ella condujo hasta desaparecer calle abajo.
Me quedé sentada allí, sin saber bien qué había ocurrido hace unos minutos; era la clase de desconcierto que hace que te duela la cabeza y sentir cómo si tus pies volaran lejos del planeta Tierra. ¿Por qué Matt había actuado así? A no ser que… no, claro que no. Eso sería imposible.
Suspiré agobiada, si Matt había malinterpretado todo, seguro Alexandra también y ahora, aunque no tenía ganas de mantener una conversación para mentirle más a Alexandra y sonreírle condescendientemente, tenía que pararme enfrente de ella y darle el mismo sermón que le dí a Matt, el de “Christian y yo sólo somos amigos”.
Me levanté desganada y abrí la puerta del edificio, conduciendo mis pies escaleras arriba hasta llegar al tercer piso y al departamento 312. Suspiré de nuevo antes de entrar, rogándole a Dios tan sólo un poco de ayuda, Alexandra podía llegar a ser realmente persistente.
Abrí la puerta girando la dorada perilla y visualicé a Alexandra mirando TV desde la cocina; mientras intentaba recalentar en el horno un pedazo de pizza del día jueves. Cuando me vio entrar se giró hacia mí y me sonrió de gran manera haciéndome ver sus dientes medianos y blancos, tan fuertes como un roble.
Traté de sonreír.
-¿Por qué la gran sonrisa? ¿La pizza no se te quemó hoy?-bromeé.
-Aay-se quejó como niña pequeña-. Eso sólo fue una vez y hace ya varios años-dijo y rió, dejando escapar el sonido levemente gutural de su risa.
Me tuve que reír también, recordando aquella escena de la pizza quemada en casa de su abuela, cuando teníamos diecisiete años.
-Bueno, pero no es por eso porque sonrío-me dijo-. Tú tienes algo que contarme-levantó las cejas una y otra vez.
-¿Cómo qué?-me hice la que no sabía.
-No sé, tú dime, algo que tenga que ver con un chico de pelo rizado, llamado… ¿Christian?-tanteó.
Puse los ojos en blanco.
-Alexandra, ¿cuándo vas a entender que entre Chris y yo sólo hay una bonita amistad? Ya aclaramos el punto y ambos estamos bien siendo amigos.
-Pero yo vi…
-Un beso, ya sé-la interrumpí, de nuevo poniendo los ojos en blanco-. Lexi, pero ese no fue un beso en la boca, fue en la mejilla, cerca, pero fue de amigos, nada más-dije.
Se quedó en silencio como por tres segundos y luego exhaló.
-Eres aburrida-dijo y se giró para ver su pedazo de pizza girar en el plato de vidrio, dentro del horno.
-El hecho de que no me guste Chris no quiere decir que sea aburrida-me defendí.
-No, pero desde que llegaste a Venecia, no has salido con ningún chico-me dijo-. A menos que…-se giró de nuevo y me miró, la sonrisa volvió a expandirse por su rostro- ¿Te gusta Chaz?-preguntó.
-¿Qué?
-Pues, no sales con más chicos, vas de aquí para allá pero no sin las mismas personas: Christian, Chaz, tu amiga la de los Agnelli e incluso Matt.
Algo me estrujó el estómago cuando dijo su nombre.



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