sábado, 2 de marzo de 2013

34º capítulo


¿Mal? Dios, _____, el vestido es hermoso, te ves genial-me dijo Lexi acercándose a mí.
-Te ves preciosa-musitó Matt, como un escultor admirado de su propia obra.
-¿Dónde encontraste el vestido?-me preguntó, maravillada.
-Pues, Matt… me ayudó a encontrarlo-admití, aunque debería de haber dicho, “Matt lo eligió”
-¿En serio?-se sorprendió Alexandra- No tienes malos gustos, cariño-dijo y rió.
-Gracias.
Me sentí muy observada así que decidí hacerle fiesta al vestido que Alexandra usaba.
-Tu vestido es… precioso-dije-. Morado, claro. Tu color favorito.
Era un vestido sencillo pero lindo, en tono morado, en corte princesa y unos tirantes que lo ataban al cuello.
-¿Te gusta?-preguntó Alexandra.
-Claro, se te ve estupendo-reconocí.
A decir verdad, el vestido era bastante sencillo, sí, pero Alexandra tenía ese no sé qué que hacía lucir cualquier cosa que se pusiera, aun así fuera la prenda más horrible del mundo.
-Entonces, creo que tenemos los vestidos-dijo, satisfecha.
Le sonreí, tímida.
-Alexandra, no tengo con qué pagarlo-dije, el precio del vestido no era para nada barato.
Alexandra explotó en risitas tiernas.
-No seas tonta, ______, yo los voy a pagar-me dijo.
-¿Qué? No, no, no-negué con la cabeza.
-Claro que sí, y no quiero protestas. Anda, cámbiate para ir a pagarlos-me empujó hacía el vestidor y ella cerró la cortina, corriéndola de un tirón.
Me miré al espejo, ahora me sentía peor; Alexandra era una excelente amiga, ¿y cómo le pagaba yo? Enamorándome de su novio. Suspiré y decidí no pensar en ello, ¿para qué me hacía más daño? Me quité el vestido y lo doblé sobre mi brazo, para salir cuando ya estaba vestida con mi ropa.
Alexandra pagó ambos vestidos y aproveché para agradecerle a Matt la ayuda.
-Gracias, por elegirme el vestido-dije y le sonreí de una forma desconocida para mí.
-Por nada, me alegra haberte ayudado.
Me le quedé mirando, justo como él a mí. Su mirada miel era como una canción romántica en mi alma, de esas canciones que te hacen desear bailar bajo la luz de la luna.
-Matt, _____-nos llamó Alexandra y nos hizo apartar la mirada del otro-. Vámonos-sonrió.
Me dio la caja del vestido y Matt tomó la suya para llevarla él, luego se giró a mí.
-¿Te ayudo?-se ofreció.
-Claro-dije y le di la caja.
Salimos de la tienda, y Alexandra tomó la mano de Matt para caminar hasta su Hybrid. La fierecilla se enfureció por ver el entrelazado de dedos entre ambos. De pronto, deseaba al menos confundirlo, que alguna parte de su cerebro formulara mi nombre junto a una remota posibilidad… al menos. Pero al instante de que me percaté de aquello, me retracté velozmente. Esto no debería de estarme pasando.
Sacudí la cabeza como queriendo deshacer esos pensamientos y decidí ignorar a todo aquello que la fierecilla me gritaba, aun así yo estuviera de acuerdo.
El chillido del tocino sobre la cazuela caliente tronaba en mis oídos y el aroma que éste desprendía hacía que mis tripas se quejaran de hambre. Apenas había conseguido sobrevivir ayer, tenía que admitir que me dolía bastante el corazón verlos reír y abrazarse, y ni hablar de cómo se me partía el corazón cuando se besaban.
Serví el tocino sobre el plato amarillo en donde ya estaban un par de huevos revueltos, me senté a comerlos, tratando de no traer a mi mente los recuerdos de ayer, porque dolía, de verdad dolía.
Cuando terminé de comer, lavé mi plato y salí del departamento; hoy tenía que ir con Ferni a contarle todo, porque aunque yo le llevara algunos años de diferencia, ella era increíblemente madura, su manera de pensar me fascinaba y me dejaba sorprendida, y yo le tenía la confianza suficiente como para ir y contarle mi secreto inconfesable.
La saludé en cuanto la vi, su blusa amarilla fue lo primero que capté en la oscuridad del laboratorio antiguo, pero luego su cara de ángel atrajo mi atención.
-Me tienes abandonada-me dijo, bromeando.
-Lo sé, lo siento.
-¿Trajiste material nuevo?-me sonrió, entusiasmada.
-No, en realidad no traigo fotos ahora-vacilé-. La verdad tengo algo que contarte.
-¿Chris preguntó por mí?-sus ojos destellaron encanto.
Reí.
-No, la última vez, pero sí lo hace.
-Oh…-musitó.
-Vayamos a tomar un café, ¿quieres?
-Claro-aceptó.
Salimos y recorrimos algunas calles, hasta que nos sentamos en un café cercano.
-Bueno, dime, que me estoy muriendo de la curiosidad-me instó, palpándome el brazo.
Sonreí nerviosa y la expresión me cambió al instante.
-¿Por qué esa cara?-me preguntó, preocupada.
Pensé qué decirlo así, sin tantos rodeos, era la mejor opción, así que hablé rápido y sin tropiezos.
-Estoy enamorada del novio de mi mejor-dije, atropellando las palabras.
-¡Q-q-qué dices! ¡Oh! Cuéntamelo todo, ¿eh?-su bello semblante de ángel hábilmente maquillado se puso atento, inclinándose hacía adelante un poco- Tengo bastante tiempo.
Me le quedé mirando, sorprendida y divertida por su reacción. Ella interpretó perfectamente mi silencio.
-Oh, lo siento-dijo, tranquilizándose-. Cuéntame-y volvió a recargarse en el respaldo de la silla.
Le conté la historia desde el principio, el tiempo nos sobraba a ambas y, desahogarme con Ferni me resultó más sencillo de lo que esperaba. Ella era mujer, me entendía y comprendía más de lo que lo hubiera podido hacer Chaz o Chris. En el transcurso de la charla, la veía hacer expresiones de sorpresa y otras de que estaba sumamente atenta; todo eso me recordó a Chris, ambos tenían un rostro expresivo pero de ángel.
Cuando terminé de contarle, el silencio que guardó me hizo sentir nerviosa y comencé a enrollar mis dedos entre el blanco mantel de la pequeña mesa redonda.
-Es el chico de las fotos, ¿no?-preguntó.
-Sí.
-Lo sabía-dijo y sonrió con autosuficiencia.
-¿Qué sabías?-pregunté, confundida.
-_______, los ojos se te veían brillar cuando hablabas de él, y vaya que es apuesto el muchacho, ¿eh?-soltó una risotada.
-¿En serio?-dije, afligida. Si ella lo había notado, ¿Matt se habrá dado cuenta de cómo es que late mi corazón cuando está cerca?
-Lo amas-puntualizó.
-¿Amarlo? ¿Estás loca? ¡Claro que no!-chillé, escandalizada. No había llegado hasta ese punto, aún.
-Claro que sí, _____, se te nota. Amar y enamorarse no es lo mismo; enamorarse es disfrutar de todas aquellas sensaciones que se sienten al ver a la persona… “especial”-hizo las comillas con los dedos-. Pero cuando amas, ya empiezan a doler.
Me quedé en silencio, sopesando sus palabras y al comprender, se me cayó el mundo encima. Ella tenía razón. Yo… lo amaba. Dejé salir un leve gemido.


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