sábado, 2 de marzo de 2013

35º capítulo


-No te preocupes, ______-me dijo-. Demuestra que eres madura, que sabes cómo sobrellevar esto, a lo mejor yo me equivoco y no es más que una amor pasajero, ya sabes, esos de “verano”-volvió a hacer las comillas-, aunque en vez de verano sería invierno-dijo y rió por lo bajo, festejándose su pequeña broma.
-Pues, ojala te equivoques-musité.
Ella rió.
-______, yo no voy a decirte qué es lo que tú sientes, ¿lo amas? Eso sólo puedes contestártelo tú misma-me aconsejó.
-Gracias.
La tarde se había pasado volando, y desde que había vuelto al departamento después de tomar el café con Ferni, me quedé tirada sobre el sofá mirando el techo de la sala. ¿Yo lo amaba? ¿Cómo puede ser posible que ames a una persona en… un mes? Había un pasado un mes, o apenas iba a pasar, la cuenta exacta de los días no la llevaba, pero, yo no era de las personas que amaban en un abrir y cerrar de ojos. Sin embargo debía admitir que Matt se había ganado mi confianza, cariño y ternura en menos de una semana. Él era tan… especial. Como un diamante en bruto dentro de una mina, que aunque no le diera la luz del sol, brillaba con un resplandor abrumador. ¿Alexandra se daría cuenta de ello? ¿Se percataría acaso de lo que tiene realmente a su lado? Me dolió el corazón cuando palpitó, no debería estar pensando aquello.
Contemplé el techo por un rato más, especulando y hundiéndome en mis pensamientos, que iban de los más coherentes y razonables, hasta los más oscuros e ilógicos. Hasta que el timbre sonó, y todas las reflexiones se vinieron abajo cuando el corazón comenzó a latirme de una manera tan descompasada al saber quién esperaba del otro lado. Y el placer de aquel latido era tan intenso que… resultaba doloroso. Entonces comprendí que lo amaba. Y si no, terminaría haciéndolo tarde o temprano; pero estaba casi convencida de que lo que yo sentía iba más allá del simple querer, esto me lastimaba bastante pero… me gustaba.
Fue cuando el timbre sonó de nuevo, insistente junto a unos golpes en la puerta, cuando recordé que Matt estaba detrás de la puerta. Y enseguida me levanté para abrirle.
Pasar el tiempo con él era como no tener conciencia de la hora, no pensar ni preocuparse de nada, sentirte segura y estar siempre riendo, aunque sabía que estaba mal. Pero cuando lo miré a mi lado, en el sofá, moviendo sus rosados labios al hablar con ese entusiasmo y encanto en él y luego reír con una melodía distinta en cada risa, mostrándome sus perlas blancas y gemelas, todas iguales de bellas; me hacía volar y tocar el cielo sin siquiera despegar los pies del suelo.
Pero entonces mi tiempo se reducía a nada cuando Alexandra llegaba y no me quedaba más que sonreír y caminaba hasta mi habitación y daba las buenas noches antes de desaparecer por la puerta y suspirar luego detrás de ella.
Me tiré sobre la cama, como siempre lo hacía, mirando el techo que ya conocía bastante bien y especulando como lo hacía en la sala. Me resultaba irónico que los demás eran quienes hacían que me diera cuenta de mis propios sentimientos, que si estaba enamorada de él, que si estaba celosa, que si lo amaba. ¿Es que yo en verdad era tan torpe y terca? Pero más que mis problemas emocionales de los que no lograba percatarme, había otro grandísimo problema que tomar en cuenta. Alexandra. Yo podría herirla más de lo que me estaba hiriendo yo sola ahora, ella era tan frágil y yo me había convertido en la bruja de su cuento de hadas; al menos así me sentía.
El día siguiente fue bastante raro, porque tenía una extraña necesidad de estar con él. Deseaba que la noche llegara sólo para poder verle, mi alma lo ansiaba. Decidí distraerme con cualquier otra cosa, ya que esto no ayudaba mucho a mi plan de “ignorar a Matt” cuando ayer mismo no me atreví siquiera a sostenerle la mirada por más de diez segundos. Esto no estaba funcionando.
Me asomé a la ventana y observé los carros pasar por la angosta calle, en el camino de faroles que esperaban encenderse en cualquier momento. Fui hasta mi habitación por mi cámara y volví a la ventana para capturar la escena que me había gustado, saqué sólo un par de fotografías para cuando el timbre sonó.
Miré extrañada el reloj, que marcaba las seis con quince de la tarde, ¿quién podría ser a esta hora? Fui a abrir sin dejar la cámara y me sorprendió lo que vi. Era Matt quien me sonreía con lucidez y provocando que los latidos de mi corazón golpearan con ímpetu contra mi pecho. Su presencia me hizo mirar de nuevo el reloj, ¿no era muy temprano para que él estuviera allí? A lo mejor era una ilusión de mi mente y me lo estaba imaginando parado allí, lucía tan radiante pero… siempre lucía así.
-¿Qué haces tan temprano aquí?-pregunté, dejándole pasar.
-Bueno, vine a invitarte a un lugar-dijo, sin quitar aquella sonrisa encantadora.
-¿A mí? ¿A qué lugar?-mi corazón se emocionó y no pudo evitar brincar contra mi pecho.
-Es una sorpresa. Vamos-me tomó de la mano y al instante la piel ardió de un fuego que sólo su tacto ocasionaba.
-Pero…
-Es como una forma de decir ‘lo siento’ por lo del otro día-musitó. Me vio la cámara en la otra mano y se apresuró a decir: - Sería un lindo lugar para tomar fotos-me ánimo, sabiendo que no me negaría jamás a una oportunidad para capturar lugares maravillosos con mi cámara; pero más que nada, aceptaría porque sencillamente era él quien me invitaba.
-Está bien, aunque te dije que lo de nuestra pequeña discusión ya estaba perdonado a pesar de que no tenías por qué disculparte-admití.
-Ya no digas eso, vamos.
Soltó mi mano para darme oportunidad de tomar una chaqueta y un bolso donde guardar mi cámara y junto a él, salí del departamento hasta su ya conocida camioneta Hybrid.
-Te va a encantar-me dijo, mientras conducía por las calles de Venecia, maniobrando con el volante.
Le miré y me sonrió, suspiré.
-¿Qué?-me preguntó, visiblemente sonrojado.
No dije nada, saqué mi cámara y le tomé una foto a su perfil, una perfecta pose de modelo de revista, aunque no se esforzara en lo más mínimo para hacerla.
-¡Oye!-rió, cohibido- Si vas a hacer eso, avísame-bromeó.
-No hace falta, te des o no cuenta, sales muy bien-admití, con una extraña necesidad de pelear por el contra… mi mejor amiga.
-Gracias-bajó la cabeza levemente, y lo conocía lo suficiente como para saber que lo hacía porque se sonrojaba.
Aquello me encantaba y me fascinaba. Él sonrojándose por mí.






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